Lo común sensible: Apuestas por una política de los afectos // Andrés Abril
Lo común
sensible:
Apuestas por
una política de los afectos
Por: Andrés Abril
Érik Bordeleau. (2017). ¿Cómo salvar lo común del comunismo? (Andrés Abril, Trad.). Barcelona: Edicions Bellaterra.
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La publicación de un libro es siempre una aventura, una apuesta. No solamente porque se «arriesgue algo», sino en la medida en que es un asunto de «colocación» (apponĕre), de «poner sobre la mesa». Un libro, pues, no hace más que ubicarse, situarse en un lugar determinado, y de ahí en más desplegarse y desencadenar toda una serie de reacciones y consecuencias: todo libro es peligroso (mas no dañino). En el año 2014, bajo el sello de la casa editorial Le Quartanier, aparecería Comment sauver le commun du communisme ?, libro del filósofo y autor quebequense Érik Bordeleau. Se ponía así sobre la mesa para los lectores francófonos, quienes seguramente dispondrán de él a su antojo. Pero ahora, la apuesta se da en otro nicho, otro espacio para proliferar y mutar, pues en mayo de este año Edicions Bellaterra llevó a cabo la publicación de ¿Cómo salvar lo común del comunismo?, traducción al castellano del libro de Bordeleau.
A la manera de una sugestiva
reflexión, ¿Cómo salvar lo común del
comunismo? desarrolla una cuestión espinosa pero indudablemente fundamental:
cómo pensar y abordar lo común en el mundo contemporáneo. ¿Cómo rescatar lo
común de las nefastas manifestaciones del comunismo voluntarista que dieron
lugar a regímenes disfuncionales y a formas tiránicas de subjetivación sin dejarnos
seducir por la absurda banalización que el capitalismo ha operado sobre la
noción de «comunidad»? ¿Cómo tomar distancia del «comunismo de la voluntad» sin
caer en las lógicas de la «barbarie neoliberal»? En suma, ¿cómo salvar lo común
del comunismo… y cómo arrebatarlo del capitalismo? Trazando los contornos de
una política de los afectos y lejos de cualquier respuesta facilista, el libro
de Bordeleau constituye una apuesta por imaginar nuevas formas de estar-con.
Sigue, por tanto, la estela de importantes pensadores de «la comunidad» como Giorgio
Agamben, Jean-Luc Nancy, Maurice Blanchot y Georges Bataille, a la vez que
renueva y refresca las reflexiones sobre lo común en un diálogo
incomparablemente productivo con autores de la talla de Sartre, Merleau-Ponty,
Badiou, Žižek, Sloterdijk, Deleuze, Latour, Stengers, entre otros.
Pero ¿cuál es el telón de fondo de
estas reflexiones? O más bien, ¿cuáles son los acontecimientos, circunstancias
o historias que las animan y las activan? Tenemos, por un lado, una
caracterización del capitalismo contemporáneo a partir de la formidable
exploración de tres obras audiovisuales de la artista Melanie Gilligan. En
ellas, el capitalismo financiero aparece como un espíritu, un sistema brujo que
captura nuestros sueños, expectativas, emociones y formas de relacionarnos.
Mediante el escrutinio de las obras de Gilligan, Bordeleau pone de manifiesto
la dimensión ética y terapéutica del capital y esboza el terreno en el que lo
común se mueve hoy en día; es allí donde se pone en juego y se ve amenazada la
posibilidad de «concertar juntos nuestros actos y nuestros pensamientos». El
capitalismo exige un trabajo sobre nuestro propio ser, y a través de esa
exigencia ha sabido llegar a nuestras almas, a las a las fibras más íntimas de
nuestra existencia. En pocas palabras, se ha apoderado de aquello que nos hace
desear, amar, vivir…
Ahora bien, en un segundo
movimiento, el libro despliega una lúcida lectura histórica de la China
contemporánea: un examen de los idearios, las imágenes y las políticas movilizadas
durante la Revolución Cultural en pro de la configuración del «hombre nuevo» y un
acercamiento a las reivindicaciones artísticas que se gestarían en aquella
época y algunos años después. Demostrando un amplio conocimiento de China y su
historia, Bordeleau orienta su mirada a la dimensión subjetiva y estética de la
Revolución, es decir, a las implicaciones de las políticas culturales de Mao en
la constitución de un sujeto revolucionario ideal —y, por supuesto, a las
reacciones que de allí se derivarían. De esa manera, la producción artística y
el pensamiento no aparecen como dimensiones separadas del «mundo social», un
cielo por encima de nuestras cabezas, sino como parte constitutiva de la
realidad: lo estético, lo ético y lo político se conjugan y se articulan
siempre en la producción de subjetividades y en medio de la lucha de fuerzas
que buscan moldear lo real.
Por otro lado, y en un tono similar,
el libro presenta una aproximación a las articulaciones entre política y
estética en la Unión Soviética, un examen de la relación entre las vanguardias
artísticas rusas y el realismo socialista como arte oficial del Estado. Si los
artistas son «ingenieros del alma», como bien decía Stalin, el realismo
socialista en cuanto arte de Estado no podría hacer otra cosa que integrar «la voluntad de potencia suprematista y su
experiencia de la nada absoluta al servicio de la educación popular»… Finalmente, encontramos un sesudo
examen de las posturas intelectuales de Sartre y Merleau-Ponty. En dos orillas distintas,
las apuestas de cada uno de estos filósofos conllevan dos maneras distintas de
concebir el sujeto y la acción: mientras Sartre moviliza un pensamiento del
compromiso y del voluntarismo, una política «en la que cada consciencia puede devenir, si ella lo
decide, si ella lo quiere, la tabula rasa de un mundo nuevo»,
Merleau-Ponty «prefigura un pensamiento de la
presencia y del anonimato como dimensión de apertura colectiva», un pensamiento
que se opone a un «voluntarismo trascendental para el
que la existencia se reduce a la elección y a la consciencia de sí». Lo común,
en esa medida, no puede sino tomar distintas formas: surgirá un contraste entre
un comunismo de la voluntad sartriano y un comunismo sensible merleau-pontiano.
Bajo el signo del comunismo
sensible, y poniendo en cuestión el estatismo, el exagerado voluntarismo
unificador de deseos y la imperiosa llamada a una homegeneizante pertenencia
colectiva de los movimientos políticos y de cualquier otra forma de
organización social en general, ¿Cómo
salvar lo común del comunismo? propende por una manera de estar en común
que pasa por la resonancia entre las almas. Se trata aquí de un estar-con
vibrátil en donde lo colectivo emerge no a partir de un único criterio
ideológico o una voluntad suprema, sino de conexiones parciales y siempre
ajustables entre los seres. Lo afectivo, la posibilidad de afectar y ser
afectado, adquiere entonces un papel fundamental, pues es a ese nivel
principalmente en que los vínculos son establecidos y los fines movilizados. El
estar-con o, en otras palabras, la posibilidad de componer, requiere no de una
ideología política o de un voluntarismo teleológico sino de una estética de la
existencia que apela a una constante resistencia extática.
Si aceptamos que el neoliberalismo
es un sistema de brujería sin brujos que intenta constantemente capturar las
formas de sociabilidad y los encuentros entre los seres, como sugestivamente
han señalado Pignarre y Stengers (2005), trabajos del talante de ¿Cómo salvar lo común del comunismo? se
hacen más necesarios que nunca para recapturar y arrebatar tácticamente
aquellos afectos e hilos de conectividad que el capitalismo ha puesto al
servicio del mercado. En tanto herramienta de reflexión y pensamiento, el texto
de Érik Bordeleau se torna táctico, y permite, en esa medida, esbozar nuevos
horizontes de lo político y lo afectivo. ¿Cómo
salvar lo común del comunismo? es, en ese sentido, eminentemente contemporáneo. No necesariamente porque
su exploración atienda a dinámicas de una época reciente, o porque sus efectos
sean aún evidentes hoy en día, sino porque con la mirada fija en su tiempo,
puede vislumbrar lo que de funesto hay en él, esas oscuridades que la luz
cegadora de los siglos neutraliza. Como magníficamente dirá Agamben, «pertenece
en verdad a su tiempo, es en verdad contemporáneo, aquel que no coincide a la
perfección con este ni se adecua a sus pretensiones, y entonces, en este
sentido es inactual; pero, justamente por esto, a partir de ese alejamiento y
ese anacronismo, es más capaz que los otros de percibir y aferrar su tiempo»
(Agamben, 2011, p. 18).
Referencias
Agamben, Giorgio.
(2011). ¿Qué es lo contemporáneo? En Desnudez
(pp. 17-29). (Mercedes Ruvituso, María Teresa D’Meza y Cristina Sardoy,
Trads.). Buenos Aires: Adriana Hidalgo.
Bordeleau, Érik. (2014).
Comment sauver le commun du communisme ? Montreal:
Le Quartanier.
________. (2017). ¿Cómo salvar lo
común del comunismo? (Andrés Abril, Trad.). Barcelona: Edicions Bellaterra.