Nuevas viejas canalladas // Diego Sztulwark
Hace dos años leí el libro de Gabriel
Levinas y compañía en que se pretendía demostrar que Verbitsky era un doble
agente. Sólo encontré un amalgama de lo inverosímil y lo canallezco (reseña
que entonces escribí).
Entonces, se trataba de acallar al principal
crítico de Bergoglio. Pero ahora ¿de qué se trata?, ¿de evitar que se sepa qué
pasó con Maldonado? Al menos eso es lo que parece explicar la
denuncia de ayer de Levinas aparecida en La Nación, en la que repite los
mismos argumentos basados en los mismos "documentos" sobre los que
armó su libro –su operación anterior. Evidentemente, la derecha argentina
prefiere descalificar a Verbitsky antes que responder a sus investigaciones. Es
útil recordar al ya fallecido fundador de este género (acusar a Verbitsky de espía),
el agente Carlos Manuel Acuña, autor de "Verbitsky, de la Habana a la
fundación Ford", cuyas tesis –no por patéticas– resultaron menos
inspiradoras del facilismo con que trabaja cierto periodismo de masas de
nuestro país. En resumidas cuentas decía que la fundación Ford habría
respaldado la acción de Verbitsky cuya tarea sería debilitar los pilares de la
soberanía nacional: la Iglesia y las Fuerzas Armadas. Según sus enemigos de
ayer y hoy, Verbitsky trabajaría alternativamente en favor y en contra de los
militares argentinos, la única invariante del género consiste en evitar tomar
en cuenta el rigor de sus investigaciones sobre la dictadura (y la Iglesia!),
de sus peores colaboradores y de quienes hoy repiten sus métodos en democracia.
Va abajo una brevísima nota del propio HV.
Reciclado
Por
Horacio Verbitsky
Gabriel
Isaías Levinas acaba de reciclar, ahora desde el diario La Nación, sus
diatribas en mi contra, alegando que fui colaborador de la dictadura. Esta vez
admite que lo hace por “el malestar que le genera que Verbitsky, a cargo de un
organismo de derechos humanos, aparece ‘detrás de temas como los de Milagro
Sala y Santiago Maldonado, pidiendo la intervención del Sistema Interamericano
de Derechos Humanos’”. Esto es parte de la respuesta del gobierno a esas
denuncias y a la investigación que publiqué el domingo pasado sobre la fortuna
no declarada del presidente Maurizio
Macrì. GIL dijo hace dos años que encontró entre los papeles del Comodoro Juan
José Güiraldes las memorias del Instituto de Historia Aeronáutica Jorge
Newbery, en las que se afirma que fui contratado para escribir un trabajo
titulado “La Aeronáutica Argentina, ayer, hoy y mañana”. Como conté antes de la
publicación de su libelo, ayudé a
Güiraldes a ordenar sus viejos folletos en defensa de la línea aérea de
bandera en el libro “El poder aéreo de los argentinos”, que sólo trata de rutas
aerocomerciales y aviones y no tiene nada que ver con la dictadura. El propio
Güiraldes, viejo amigo de mi padre, le preguntó por escrito a Julio Ramos por
qué a partir de nuestra relación me acusaban a mí de colaborar con la
Aeronáutica y no a él de montonero. A pedido de Güiraldes también preparé el
bosquejo de una biografía de Jorge Newbery, un pionero civil del vuelo en globo
y aviones, que murió hace 103 años, y ese material no satisfizo al instituto
que lleva su nombre. No puedo saber si alguien cobró algún dinero usando mi
nombre, por un libro que no existe, según un contrato que no firmé. Lo mismo le
pasó a varios periodistas y medios que aparecieron cobrando contratos con los gobiernos
de las dos Buenos Aires, que en realidad encubrían pagos ilegales a Fernando
Niembro. Pedro Güiraldes, hijo del fallecido aviador, tampoco explica por qué
las actas del Instituto que mencionan esos pagos aparecieron en el archivo de
su padre. La única novedad que aporta ahora GIL es que encontró más copias de
las mismas memorias de aquel instituto y el explícito reconocimiento de su
motivación: mis actividades en defensa de una presa política y un
detenido-desaparecido bajo el actual gobierno.