Cuando el cuerpo es una fiesta: FARRA // Ana Laura García
FARRA es una obra dirigida por Virginia Leanza y Ana
Gurbanov. En escena, Andrés Granier y Francisco Benvenuti. Se presenta los
viernes a las 23 horas en “El Excéntrico de la 18”, en la Ciudad de Buenos
Aires.
FARRA
es el resultado de un maravilloso encuentro entre el mundo de la danza y el del
teatro. Es trabajo de investigación y experimentación, mezcla y preparación
para abandonar las formas puras. Es una obra con mucho cuerpo, menos texto y un
minimalismo escenográfico que ayuda a colocar la mirada en lo que realmente hay
que ver: las cosas que pasan a través de los cuerpos.
La
obra nos mete de lleno en un drama que excede cualquier lectura familiarística
o personal del asunto. En esta historia hay una verdad más grande que merece
ser contada, y es la verdad de todos los cuerpos que resultan aprisionados,
despotenciados y dañados por la presión que ejercen determinados estereotipos
sociales. ¿Quién puede bailar y quién no? ¿Los hombres pueden bailar? ¿Pueden
bailar juntos y en público? ¿Bailan bien? ¿Cuál es la edad correcta para
hacerlo?
Desde
muy temprano, nuestra sociedad nos educa a través de un acceso desigual al
mundo sensible: hay asuntos reservados para los varones y otros para las niñas.
Bailar, danzar, pintar, pareciera ser una educación sensible reservada a las
mujeres. Los chicos van a futbol, toman clases de música, o practican deportes
“más agresivos”. Claro que hay algunas excepciones, pero se reservan para los
casos en los que hay “dotes naturales” muy prodigiosos que merecen la pena ser
considerados, y entonces, la presión es hacer de ese talento “una carrera”
profesional. Si se está dispuesto a poner en tela de juicio esos estereotipos y
a cruzar de vereda, es a puro esfuerzo subjetivo.
En
una de las primeras escenas, Andrés y Fran no pueden bailar. Están frente al
público, enfrentan nuestra mirada y entran en pavor. Se prenden las luces y se
congelan. Se mueren de ganas, pero tiemblan, transpiran, se les deforman los ojos
de la fuerza que hacen por aguantarse las ganas. La boca hace muecas, sonrisas
nerviosas; el rostro se deforma como en una pintura de Bacon y se entrecorta la
respiración. El tiempo queda suspendido, el deseo también y la escena se vuelve
interminable. Nos atraviesa a todos una profunda tensión, un dolor, una
impotencia. Como si el cuerpo, de solo mirarlos, se nos volviera duro, rígido,
insoportable. ¿Por cuánto tiempo una vida puede permanecer así inhibida? ¿En
qué momentos nuestra vida queda detenida? ¿Qué hacemos como testigos de ese
insoportable dolor de los cuerpos?
Desde
la puesta de la obra, la pequeña sala del teatro y los efectos de luces, se
construye una acertada intimidad en la que se empieza a armar otro juego, entre
miradas, respiraciones, canciones y bailes. En la penumbra, se compone una
conexión entre esos dos cómplices, hecha de seducción y enamoramiento primero y
de liberación en común después.
El
baile estalla, irrumpe en Fran como fuerza, a través de movimientos
caotizantes. El cuerpo fracturado en mil pedazos recupera para sí un movimiento
que lo articula, un ritmo interno que rechaza la figuración y el gesto
coreográfico del “buen bailarín”. Es un baile maravilloso, intenso y confuso,
pura sensación de cuerpo liberándose.
En
FARRA el cuerpo resiste todo el tiempo a ser reducido a un organismo. El
organismo aprisiona el cuerpo, lo enjaula; pero el cuerpo es otra cosa, es
presencia. Exuda vida y se llena la espalda de corazones que laten, deforma el
rostro por las ganas contenidas, libera un grito a través de una dulce canción
o de varias melodías, que danzan en diferentes idiomas.
Se activa
la imagen de un devenir vinculado a una poderosa vida animal, sobre un fondo
oceánico. Andrés nos habla del salmón -él mismo es uno- cuando nada contra la
corriente, río arriba y no come, hasta encontrar el lugar preciso donde nació,
para desovar. Es un nado que atraviesa peligros, enfrenta todo tipo de riesgos,
y podría terminar con la vida. Pero es el nado que necesitamos para construir
nuestra casa, para vivir una vida sin cálculo ni probabilidad. En otra escena,
una mano respira, tiene ojos y se convierte en un calamar. Ya no tiene falanges
ni huesos, se escapa de lo táctil. Es la carne de un pulpo que danza al ritmo
de las burbujas, flota en la sala, llena todo de color y nos salpica. Mano
multisensible en un cuerpo vibrátil.
FARRA
nos habla de la insistencia del cuerpo y de su presencia multiforme. Es la
vivencia de un tiempo intenso, alterado y transitorio. Se obstina en trabajar
las fuerzas que pasan por nosotros y que gracias al arte, se convierten en un
mundo de sensaciones, de variaciones, en una fiesta existencial.
FARRA
Dirección:
Virginia Leanza y Ana Gurbanov
Intérpretes:
Andrés Granier y Francisco Benvenuti
Diseño
de Luces: Fernando Berreta/ Diseño de Vestuario: Mariela Maffioli/ Realización
Escenográfica: Leo Ruzzante/ Fotografía: Ariel Feldman/ Asistente de Dirección:
Tomás Trugman.
FARRA
participó del Festival 30 Aniversario de El Exéntrico de la 18, del IX Festival
Ciudad Emergente y del IX Festival Buenos Aires Danza Contemporánea. Recibió un
subsidio del Instituto para el Fomento de la Actividad de la Danza No Oficial
del Ministerio de Cultura del GCBA.
Teatro
El Excéntrico de la 18. Lerma 420. CABA/ Viernes 23 horas.