Como un ensayo de mundos posibles // Luciana Bertolaccini
Fotografía:
Brenda Galinac
Cómo habita
el cuerpo la ciudad, de qué modo se entrelazan normas y convenciones sobre la
piel, cuantas energías se movilizan con mujeres que se ponen en tetas, las
muestran, asumen, se liberan y desprenden. Las sensibilidades urbanas se
desplazan unas sobre otras, pasó algo. Cuerpos pintados, manchados, desnudos,
ensuciados, monstruosos, caminan la peatonal. Las miradas se inquietan, dicen,
afirman, se vuelven a someter a sí mismas. Los cuerpos intervienen, van en
busca de los otros cuerpos. Algo pasó entre todxs.
En horda Lula, te imaginás, me escribe
Ignacio mientras yo adivino, del otro lado, una sonrisa desmedida que apura los
dedos para seguir recreando la imagen. Los preparativos para una intervención
en el marco del tetazo empiezan a delinearse. Las discusiones, los encuentros y
desencuentros de perspectivas, el enredo de ideas y la conjugación de lenguajes
se suceden al ritmo de la piel erizada, que no entiende tanto de temperatura
sino más bien de intensidades. En un rato salgo para allá, le escribo, ya en la
recta final. No se hace la intervención, es la respuesta que recibo del otro
lado. Más que un desánimo por la actividad pinchada se constituye como una
imagen sintomática de cómo opera el disciplinamiento patriarcal de los cuerpos:
la mayoría de quienes deciden finalmente no participar son mujeres. ‘¿Qué te
parece que hagamos?’, escucho del otro lado del teléfono en un suspenso que se
nos presenta indescifrable.
Hay algo en las intervenciones del
orden de lo prefigurativo. La dramatización performática como oportunidad de
disputa política presenta un campo para la experimentación. Frente a lo
planificado, se juega una instantaneidad de la carne. En eso de andar pensando
e imaginando qué otros posibles pueden existir, se arriesga allí un ensayo de
nuevos sentidos. Vamos igual, escucho al rato, se suman otrxs tres amigxs. En
el medio no había tenido tiempo para contestar pero estamos, una vez más, en la
misma sintonía.
***
La búsqueda por diseñar estrategias
que logren torcer la correlación de fuerzas existentes no quita por decreto la
incomodidad aprendida. La decisión estaba tomada pero ¿qué es andar en tetas
por la calle? ¿cómo se lleva esa piel que para algunas se nos aparece mutilada
de nuestro propio cuerpo? Algo era claro, una teta sorora es una teta contenta
y sin tapujos. Pensaba que seguramente en el monumento, entre tanta teta
hermana, las mías no tendrían problemas en andar siguiendo la cadencia
propuesta por el propio andar. Pero hasta llegar al monumento ¿voy tapada? ¿o
desde mi casa directo así, pelando piel? ¿el tetazo es sólo un momento que
comienza a las 17hs? ¿o es que en realidad tendría que estar todo el día en
tetas?
***
Los preparativos son fugaces.
Aglutinadxs por un ritual de brujería púrpura, estamos listxs. Desde Mitre y
Catamarca hasta Córdoba percibimos los primeros efectos que, lejos de
amedrentarnos, nos infunden de ese coraje que Lohana Berkins dice que tienen
que tener las mariposas en un mundo de gusanos capitalistas. Qué payasas,
desliza una mujer cincuentona por lo bajo. La escuchamos y agradecemos. Ser
payasx está muy bien, agrega unx de nosotrxs como conclusión. Qué desastre, nos
lanza una treintañera desde la bicicleta. No nos dio tiempo pero a ella también
teníamos algo para responderle. Quizá también hubiese sido un agradecimiento.
El desastre surge como producto de un desacomodo de la norma. Y no es,
justamente, a una norma que estamos intentando ceñirnos. Seguimos. Hola, se
dirige un pibe caminando en dirección contraria. Nadie te quiere saludar
machirulo, esto no es para vos, es nuestro embate. ¡Vamos las pibas! Se escucha
una voz de varón desde un auto. Bueno, alguien que no nos bardea, suspiramos.
Intersección de Córdoba y Mitre. La
marea humana se hace cada vez más espesa y ahora tenemos a disposición, para
nuestro despliegue, todo el ancho de la peatonal. Avanzamos unx al lado del
otrx, con firmeza pero sin avasallar. No nos pensamos abstraidxs del contexto
sino ancladxs. Las miradas ceden para abajo cuando se encuentran con las
nuestras y casi como en una coreografía improvisada, las cabezas se mueven de
un lado a otro reprobando lo que a través del rabillo del ojo alcanzan a ver.
Porque tampoco se animan a mirar mucho, para qué hacerse cargo hoy de lo que
todos los días se niega. Algo nos choca de lleno y nos deja el habla suspendida
hasta casi llegar al Monumento. Una imagen como resumen de época: una madre le
tapa los ojos a su niño, lo que viene de frente no puede ser visto. El padre,
abstraído de lo que a su costado sucede, mira lo mismo que su hijo no puede ver
y sonríe con una mirada que augura la masturbación que perpetrará en breve.
***
Días antes del tetazo, escuché cómo
se deslizaba a manera de comentario, en el medio de una conversación, que a
decir verdad están pasando cosas más relevantes en el mismo momento en que se
debate sobre la teta. Bueno, puede ser que haya algo más serio, pensé en decir
casi de manera impulsiva frente a esa provocación. Me detuve. Pensé de nuevo
¿hay cosas más importantes? O mejor dicho ¿cabe la posibilidad de que todo eso
‘otro’ que pasa pueda pensarse de manera aislada y jerárquica, dejando que ese
supuesto orden de importancia eche por tierra la discusión sobre la teta? ¿es
posible decir que no es relevante ese debate cuando pareciera desatarse una
guerra civil por la visibilidad pública de una teta que no está siendo
mercantilizada para promocionar un producto, que no está formando parte de una
escena de una película porno ni tampoco amamantando? La productividad que se
nos expropia, por extensión, nunca tiene que ver con nuestro disfrute. Cuando
ese deseo se pretende propio, cuando el goce es asumido por la mujer de manera
autónoma, molesta. Y si el disfrute se asume en público, las normas de la moral
y las buenas costumbres se encargan de darle su merecido.
Entonces sí, hablemos de la teta.
Porque hablar de la teta no es sólo ponernos a discutir qué pasa con esa teta
que tiene ganas de buena vida y poca vergüenza como dijo Susy Shock que decía
su abuela Rosa. Hablar de la teta es comprender cómo el cuerpo se constituye
como un campo de disputa sobre el que se expresa un encadenamiento de
violencias y se enhebran un cúmulo de reivindicaciones imposibles de soslayar.
Hablar de la teta es también hablar de la desigualdad salarial, de la
precarización sistemática de nuestras vidas, del acoso, de la justicia
patriarcal, de la criminalización del aborto seguro, libre y gratuito y de las
múltiples violencias que se solapan con la identidad de género y orientación
sexual como son las cuestiones de raza y clase.
***
Córdoba y Buenos Aires. Cruzamos en
dirección recta hacia la puerta de la Catedral. Doblamos en ángulo de noventa
grados para dirigirnos hasta el Pasaje Juramento. Miramos a nuestra derecha y
casi como abejas que operan en manada para el ataque ante una amenaza, vemos
salir del costado de la Catedral, en sucesión interminable, decenas de
policías. Está presente hasta la Gendarmería. La elocuencia de la imagen produce
por sí misma. El operativo de seguridad acurrucado por el poder eclesiástico.
Hay en la teta una monstruosidad que incomoda hasta lo indecible y la respuesta
estatal pareciera no invertir en imaginación. La solución inmediata y efectista
termina siendo siempre la misma. La teta es, entonces, el terror frente al que
hay que estar precavidos. Cercada, puede mostrarse pero dentro de los límites
del orden. La estigmatización de la teta y la consecuente necesidad de tenerla
a raya tuvo, como sucedió en el Encuentro Nacional de Mujeres del año pasado,
una operación previa que pretendió instalarla como elemento peligroso a
prevenir. “Rosario se previene del tetazo” podía leerse en los días
precedentes.
Caminando al resguardo de las
estatuas de Lola Mora puede sentirse ya el fervor feminista del monumento. Pero
todavía falta atravesar el camino que nos llevará hasta el propileo. Una mujer
de más de sesenta años me clava la mirada como buscando la mía. Lo logra. La
miro incólumne en señal de que no me dejaría atravesar por lo que tenía para
decirme. Las facciones se le ablandan y las arrugas comienzan a curvarse. ¡Qué
hermosa estás! Me grita. Un poco desestabilizada y fracasando en mi cometido,
me devuelvo para agradecerle, entregándole una de las sonrisas más grandes que
me salieron en toda la tarde. Muchas mujeres más estaban para ese entonces en
el monumento encendiendo un fueguito que pronto sería una llamarada imposible
de apagar.
***
¿A qué hora es el tetazo el martes?
Me preguntó mi mamá durante el fin de semana. Le respondí sacándole la duda y
esperando el favor que pensé iba a pedirme. Uh, no me digas, no sé si voy a
llegar por el laburo, fue su devolución. Hace algunos meses, en ocasión de otra
movilización, me dijeron que nosotrxs, lxs de nuestra generación, éramos a
quienes, en el campo de lucha, nos correspondía poner el cuerpo y recibir los
golpes de cualquier embestida. Mi mamá, al igual que muchas otras mujeres que
fueron al tetazo, tiene 60 años. En el modo de vibrar de los cuerpos dentro del
feminismo se muestra un desacomodamiento de los repertorios y roles
tradicionales de las movilizaciones. El temblor de la tierra empieza por ahí,
por esos cuerpos que se agitan y conmueven por no querer asumirse de maneras
preestablecidas.
***
Entramos. El Monumento es una marea
feminista. Hay de todo, claro, y están también quienes por la propia fuerza de
la disidencia colectiva son echados. De nuevo, todo esto no es para los
observadores que pretenden hacer del tetazo un producto sexualizado para su
placer orgásmico, todo esto es por y para nosotras. En la multiplicidad de
organizaciones y personas que acuden por su cuenta, aliadxs de la
despatriarcalización y decolonización de los cuerpos, nos fundimos todxs en una
misma oleada que pretende hacer del espacio público un territorio de lo
vivible. La dinámica que tiene la confluencia de energías se pone en jaque a sí
misma explicitando otras maneras de organizar el deseo. Pienso que asumirse
desde la experiencia propia como nervio propulsor no implica concebirnos como
cuerpos individualizados y despolitizados. Una chica se nos acerca irradiando
un entusiasmo que enseguida se transforma en complicidad mutua. Quiero sacarme
una foto con ustedes, nos dice. Miramos a la cámara mientras ella se acomoda en
el medio. Me pongo acá así también muestro las tetas, agrega y se levanta la
remera. Otra piba nos saca la foto. ¡Gracias! Dicen casi al unísono y se alejan
mientras la primera vuelve a bajarse la remera para sentarse ambas en el lugar
donde estaban.
***
Cuando la lógica de representaciones
y percepciones del mundo se pulveriza al punto de buscar su desintegración, la
energía vital debe ponerse en la producción de otra sensibilidad. Suely Rolnik
habla del cuerpo vibrátil para referirse a esa otra disposición de nuestra subjetividad
con el entorno. Lxs otrxs se nos aparecen, entonces, como un territorio de
fuerzas vivas cuya afección nos atraviesa pasando a formar parte de nuestra
propia estructura sensible. Esx otrx se constituye como una experiencia real en
nuestro cuerpo generando pequeñas implosiones que obligan a repensarnos
constantemente.
Existe en el feminismo una fuerza
productora de una tracción desmedida que hasta surge como desborde de sí mismo.
Ahí es donde podría anclarse la pregunta por cuál es su horizonte político. Sin
embargo, no hay horizonte posible sin una politización creativa. El feminismo,
que se expande con una lógica rizomática, entiende de aquello más que ningún
otro movimiento político hoy: la profusión de formas de lo posible como motor.
¿Por qué, entonces, intentar una operación que busque su captura? Si el
feminismo abre, se filtra por debajo para remover capas solidificadas y
complicidades mezquinas, ¿qué productividad puede encontrarse en querer
inscribirlo en una totalidad que se lo apropie? Ahí mismo es donde reside una
de sus mayores potencialidades: en todo acto de creación está la probabilidad
de lo imprevisible, lo inesperado. Así, todo parece indicar que la liberación de
potencia creativa que logre construir considerando experiencias anteriores,
pero, desde su propia singularidad, está siendo, contra muchos pronósticos,
abiertamente feminista.
[fuente: http://coranytermotanque.com/]