Racismo blanco, fascismo islamista y guerra civil global // Franco Berardi (Bifo)
Todo se deshace; el centro no puede
sostenerse;
Mera anarquía es desatada sobre el mundo,
La oscurecida marea de sangre es desatada, y en todas partes
La ceremonia de la inocencia es ahogada;
Los mejores carecen de toda convicción, mientras los peores
Están llenos de apasionada intensidad.
Mera anarquía es desatada sobre el mundo,
La oscurecida marea de sangre es desatada, y en todas partes
La ceremonia de la inocencia es ahogada;
Los mejores carecen de toda convicción, mientras los peores
Están llenos de apasionada intensidad.
( "La segunda venida": Yeats)
Fin
del thatcherismo
Quince años después de la cumbre de Génova,
cuando la globalización neoliberal festejó sanguinariamente su triunfo, muchas
señales nos hacen pensar que todo se está precipitando: el dominio neoliberal
que ha garantizado un equilibrio de poder a nivel global se está desmoronando y
la guerra civil fragmentaria se expande en cada área del
planeta, involucrando incluso a Estados Unidos, donde la amplia difusión de
armas alimenta la matanza cotidiana de la cual los afro-americanos son las
víctimas privilegiadas.
Las señales se multiplican, pero ¿cómo
interpretarlas? ¿Qué tendencia se vislumbra? Y, sobre todo, ¿cómo recomponer la
autonomía social, cómo proteger la vida y la razón de la locura homicida
atizada por el capitalismo financiero y que el fascismo en sus variantes
nacionalistas y religiosas agrede cada vez más fuerte?
El 2 de julio de 2016, pocos días después del
referéndum que sancionó la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, The
Economist, la revista que siempre apoyó con entusiasmo las políticas neoliberales,
declaró repentina y dramáticamente la desintegración del proceso de
globalización. En un editorial titulado "La política del odio", la
revista, que muestra en la portada un calzoncillo con los colores de la bandera
inglesa y el grito punk Anarchy in the UK, podemos leer (con
cierto asombro):
“Desde la América de Trump hasta la Francia de
Marine Le Pen, muchos están cabreados. Si no encuentran una voz en las fuerzas
de gobierno, acabarán por hacerse escuchar saliendo del sistema. Si no creen
que el orden global funciona para ellos, el Brexit amenaza con convertirse sólo
en el comienzo de una descomposición de la globalización y de la prosperidad
que esta ha creado.”
Según afirma The Economist, la
rabia de los excluidos de la globalización está justificada.
“Los que defienden la globalización, incluido
nuestro periódico, deben reconocer que los tecnócratas han cometido errores y
la gente común ha pagado el precio. La decisión de crear una moneda europea ha
sido una elección tecnocrática que ha producido estancamiento, desocupación y
ahora está destruyendo Europa. Los instrumentos financieros tan sofisticados
han confundido a los reguladores, han arruinado la economía mundial y han
terminado por hacer pagar a los contribuyentes el rescate de los bancos”.
Confieso que nunca hubiera esperado una
autocrítica de parte de esta revista que siempre ha promocionado con arrogancia
las políticas neoliberales. Y sigue: “Mientras el producto americano creció un
14%, los salarios medios solo aumentaron un 2%. Los liberales creen en los
beneficios de una renuncia a la soberanía por el bien común. Pero como muestra
el Brexit, cuando la gente siente que no controla su propia vida y que no
recoge los frutos de la globalización golpea duro. Y la Unión Europea se ha convertido
en un objetivo”.
Entonces, ¿se terminó la era neoliberal? ¿Se
aproxima el colapso del capitalismo global? Las cosas no son tan simples. Nadie
tiene idea de cómo sustituir las políticas neoliberales, nadie tiene en mente
un modelo social capaz de reemplazar la dictadura de los mercados que en las
últimas cuatro décadas, partiendo justamente de la Inglaterra de Thatcher, ha
transformado la sociedad, el trabajo y la política. Inventar un proceso de
salida del capitalismo es la tarea gigantesca que tiene por delante la
inteligencia autónoma. Mientras alrededor se desata la guerra.
Una
bomba de tiempo
El Brexit da miedo por muchas razones: porque
abre las puertas de la nada frente a la Unión europea, porque hace posible un
desmoronamiento del mismo Reino Unido, porque abre perspectivas recesivas a la
economía global que ya se encuentra en condiciones de estancamiento y
sobreproducción deflacionaria. Pero también, y quizás sobre todo, porque
Inglaterra ha estado en los últimos dos siglos a la vanguardia del capitalismo
mundial: allí comenzó la ofensiva neoliberal, porque cuando algo sucede en
Londres sus efectos se sienten por todas partes. Ante todo se sienten en
Estados Unidos, donde en 1980 Ronald Reagan importó las políticas thatcherianas
y hoy se desarrolla una campaña electoral dominada por la figura ridícula de
Donald Trump.
Tal vez anticipándose a la futura victoria de
Trump, a principios de julio el presidente Obama participó en Varsovia en una
cumbre de la OTAN de la que no se ha hablado demasiado. Allí, se tomaron
decisiones que pueden llevar a Europa al borde de un abismo militar. Después de
haber desplegado 25.000 soldados en el ejercicio Anaconda, en Polonia, ahora la
OTAN decide alinear tropas de forma permanente en los países bálticos, en una zona
en la cual la más pequeña provocación podría dar lugar a dos resultados: la
confrontación militar con la Rusia de Putin o la desintegración de la OTAN. El
golpe de estado en Turquía muestra que ese país se ha convertido en un campo de
batalla entre Rusia y la OTAN.
Derrotados los generales filo-americanos, Erdogan
transforma el país en una dictadura islamista y fascista y sella un pacto con
Putin. Perdida la motivación original, la OTAN es ahora una frágil arquitectura
que amenaza con atrapar a Europa. Lo dice el alemán Jochen Bittner en un
artículo titulado “¿Todavía existe la OTAN?” (en el New York Times del
8 de julio).
“La OTAN intenta contrarrestar su declive con el
sonido de los sables más pesados. Su grupo dirigente quiere hacer de los
estados bálticos aquello que en un tiempo fuera el Berlín del oeste: un
detonador nuclear”.
La cumbre de Varsovia, luego el golpe de estado
en Turquía: la OTAN es ya una bomba de tiempo cuya explosión puede tener
efectos inimaginables.
Verano
negro en Estados Unidos
Mientras en Estados Unidos comienza la campaña
electoral, una impresionante sucesión de asesinatos racistas, que despertó en
el otoño de 2014 el movimientoBlack lives matter, conduce a la
población afro-americana a un grado tal de exasperación que en las manifestaciones
se grita “Kill the police” y en Dallas un joven negro llamado
Micah, entrenado en la guerra de Afganistán, disparó y mató a cinco policías.
Confieso que después de recibir las primeras
informaciones sobre la masacre de Dallas, cuando aún circulaba la noticia de
que se trataba de un grupo armado, pensé que después de tantos años aparecía en
escena una organización revolucionaria armada como el Black Panther Party de
principios de los ´70. Enseguida, la realidad resultó ser mucho más banal. Ninguna
acción colectiva armada, solo el habitual acto de desesperación suicida,
similar a tantos otros que desde Columbine en adelante marcan la vida de un
país en el que cualquiera puede procurarse armas mortales para que la
Asociación Nacional del Rifle pueda incrementar sus beneficios.
La reacción del establishment ha
sido de una hipocresía repugnante. Dicen que la acción de Micah Jones tendrá el
resultado de hacer perder para el movimiento la influencia y los logros
conseguidos. Pero, ¿qué influencia y qué logros? De Ferguson en adelante, el
movimiento ha crecido y ha marchado en todas las ciudades del país, pero la
serie de homicidios racistas de la policía nunca amainó su ritmo.
A principios de julio muchos se preguntaron si se
trataba del comienzo de una insurrección negra, similar a las revueltas que
desde Newark a Watts y Detroit marcaron inolvidablemente los años ´60 en
Estados Unidos. Yo diría que no. En los años´60 y ´70 la protesta negra formaba
parte de un movimiento que se desplegaba en todo el mundo y se planteaba
transformar las relaciones sociales en sentido progresista y revolucionario, y
que logró efectivamente mejorar las condiciones de vida de millones de
personas, entre ellas naturalmente la de la población afro-americana.
Lamentablemente, ese movimiento mundial antiautoritario y socialista fue
derrotado por la contrarrevolución capitalista. Lo que pasó después de los años
de Thatcher ya es sabido: destruido el movimiento de los trabajadores con la
colaboración activa de los infames partidos de izquierda, el capitalismo
financiero pudo devastar libremente el entorno, la vida social y el equilibrio
psíquico de la humanidad. Alguien dijo: Socialismo o Barbarie. El socialismo ha
sido derrotado. Y la barbarie avanza, imparable.
El movimiento negro que antes gritaba Black
power ahora implora Black lives matter. Estas
palabras son la marca de una derrota gigantesca. Hagan con nosotros cualquier
cosa, pero por favor no nos maten.
El
islamismo, venganza de los colonizados
Los trabajadores han sido chantajeados,
precarizados y empobrecidos, y no tuvieron ningún instrumento para defenderse.
Hoy, perdida toda posibilidad de emancipación y de organización, se aferran
desesperadamente a la única forma de identidad que permanece: la pertenencia
étnica, religiosa o nacional. Rota la solidaridad internacional, la
desesperación se coagula en forma identitaria y el fascismo reaparece. No sois
trabajadores derrotados, sino pueblo: esto dice el fascismo. Y los pueblos
hacen la guerra, porque es la única cosa que saben hacer.
La herencia de siglos de colonialismo y de
esclavismo se presenta hoy en todo el mundo. Para los pueblos colonizados,
depredados, sometidos a la esclavitud, la única rebelión es la venganza armada.
El islamismo radical es la vanguardia de esta venganza. La migración masiva del
sur al norte del mundo es la consecuencia de la herencia colonial y de las
nuevas guerras que la venganza armada no para de alimentar.
Mientras tanto, el empobrecimiento de los
trabajadores blancos de Europa y Estados Unidos alimenta una ola de racismo
social y de nacionalismo cuyos efectos son el Brexit y la demolición de la
Unión.
Numéricamente en declive, los blancos envejecen
mientras las poblaciones colonizadas más jóvenes y demográficamente en
crecimiento empujan las fronteras. Hay una especie de frustración supremachista en
el fondo del inconsciente blanco, que se opone al supremachismo agresivo de los
pueblos que buscan venganza. ¿Existe una posibilidad de evitar que el choque
entre racismo supremachista y presión agresiva desesperada de los pueblos
colonizados se resuelva en una carnicería global? Existía y se llamaba
socialismo. Esa posibilidad ya no existe y lo que queda es la barbarie, el
racismo y la guerra civil global.
La
herencia del colonialismo
Siglos de opresión colonial, empobrecimiento y
expulsión de la fuerza de trabajo nos están pasando la cuenta. Solo una cultura
internacionalista haría posible la necesaria redistribución de los recursos y
solo una política igualitaria y socialista puede convertir en realidad el
internacionalismo. La derrota del movimiento obrero (de la que es responsable
la izquierda convertida al liberalismo) ha destruido aquella posibilidad
abriendo las puertas del infierno. Ahora estamos en el infierno y no se ve la
salida.
La presión migratoria sobre las fronteras en
Europa continuará y la Unión Europea reacciona como potencia colonial. Un
documento de la Comisión europea de principios de junio de 2016 sostiene que en
el año 2025 serán necesarios 83 millones de trabajadores altamente calificados
que Europa, en descenso demográfico y en plena desescolarización, no será capaz
de proporcionar. Por consiguiente, el documento afirma que es necesario
favorecer la afluencia de trabajadores calificados del sur del mundo. Los demás
se hunden en el mar o en las manos de Erdogan. Los países pobres se verán más
empobrecidos por la fuga de cerebros mientras aumentarán las fuerzas del
terror.
La
Unión europea es un muerto que camina
El sistema bancario europeo (con el Deustsche
Bank a la cabeza) exige lo suyo por enésima vez. Naturalmente, obtendrá aquello
que pide y la sociedad europea lo pagará, por enésima vez. La izquierda
francesa hundida en la abyección moral impone un salto de calidad en la
precarización y elimina las 35 horas. Es una de las últimas burlas de una clase
política infame que se destaca solo por su ignorancia y su servilismo. Pronto
colgarán de la horca que los fascistas les están preparando tanto en Francia
como en Austria y en otros lados: en todos lados.
Estos son los actores de la escena europea: la
clase financiera depredadora pedigüeña y el nazional-socialismo ascendente. Los
gobiernos se reducen a repetir sus torpes balbuceos sobre la democracia y el
crecimiento inminente. ¿Qué hará Merkel ahora que su preferido Merdogan provoca
un golpe de estado para eliminar definitivamente cualquier rasgo de democracia?
¿Les dará visa a los turcos para conseguir que el asesino aloje a los
inmigrantes sirios que los pueblos europeos no están dispuestos a aceptar?
El
horror
En una suerte de escalada del horror, la demencia
islámica-fascista lanza ataques contra la vida cotidiana en ciudades europeas,
de medio oriente y asiáticas. La matanza de Niza llevada a cabo por el macho
fracasado Mohamed Lahouaiej Bouhlel llega simultáneamente con la noticia de que
el señor Manuel Barroso, presidente de la Comisión europea entre 2004 y 2014
(máxima autoridad del muerto que camina), depende desde ahora oficialmente de
la agencia financiera Goldman Sachs, un organismo internacional que comparado
con Bouhlel aparece como un aficionado en el arte de la muerte.
Conclusión
Como
escribió Yeats en 1919:
“La marea de sangre se desata y en todas partes
La ceremonia de la inocencia se ahoga;
Los mejores carecen de toda convicción, y los peores
Están llenos de apasionada intensidad.”
La ceremonia de la inocencia se ahoga;
Los mejores carecen de toda convicción, y los peores
Están llenos de apasionada intensidad.”
Hoy la resistencia solo puede organizarse en
forma marginal: la sociedad está paralizada, incapaz de defender sus intereses
y sus derechos. En Italia se juega a hacer el referéndum sobre el cambio
constitucional, como si el problema fuese la democracia, cuando es
completamente evidente que la democracia es un instrumento mutilado, carente de
eficacia y credibilidad. En cualquier caso, iré a votar en el referéndum de
otoño, no porque me importe como forma democrática; votaré porque quiero que el
gobierno de Renzi se derrumbe y se acelere el colapso de lo que queda de la
Unión.
¡Solo entonces, la sociedad comenzará a abordar
el problema de la solidaridad, de la autoorganización y de la salida del
cadáver del capitalismo! La próxima década estará dominada por una guerra cada
vez más sangrienta y desoladora. Quien no lo ve está en peligro. Aquel que
intente negarlo está en peligro. El que lo sabe, que comience a construir las
estructuras de la solidaridad que servirán para sobrevivir y para razonar en
términos de una sociedad igualitaria, para algún día volver a vivir. Tal vez.
17 de julio de 2016
Fuente:
http://www.eldiario.es/
Traducción
del italiano: Gilda Vignolo.
Versión original en la la página web
de Derive Approdi.