Yo disfrazada de monja, tú disfrazado de santo
por María Galindo
Invocando monjas embarazadas. Invocando la servidumbre sexual
de cientos de monjas dentro de la Iglesia Católica, mujeres que han parido
hijos bastardos del cura, del confesor y del obispo, tomamos las graderías de
las catedrales de La Paz y Santa Cruz, simultáneamente.
Las monjas -que seguramente hoy cientos de ellas estarán con
las manos hinchadas de haber fabricado las miles de hostias que la Iglesia les
manda cocinar, pero les prohíbe consagrar- han sido el personaje a partir del
cual hemos querido cuestionar, una vez más, el significado de la presencia del
Papa en Bolivia.
Además de invocarlas embarazadas, les hemos dedicado una de
nuestras siluetas del Vaticano, donde decía: en la iglesia hay un patrón que se
esconde tras la sotana y la religión; mientras las monjas cocinan y lavan, los
curas consagran, rezan, fornican y descansan.
Hemos querido, con estas palabras, cuestionar el lugar de las
mujeres dentro de la Iglesia. Un lugar que representa la mano de obra gratuita
de las mujeres. A las monjas se les prohíbe estudiar teología, filosofía o
cualquier otra profesión; mientras a los curas se los forma dándoles becas y
dejándoles crecer intelectualmente.
Las monjas tienen una formación religiosa como catequistas de
menor profundidad que los curas, porque hay temor en la Iglesia al pensamiento
religioso que las mujeres puedan construir. Son por eso muy pocas las monjas
que han logrado rehuir el control patronal de los obispos. Y de las pocas que
ha habido en la historia, hemos tenido auténticas sabias, como Sor Juana Inés
de la Cruz, lesbiana. Como Hildegarda de Bingen, médica y, probablemente,
lesbiana también, o como Teresa de Jesús, la mística del "nada te turbe
nada te espante”, palabras que tanto me sirven para respirar más hondamente.
Mujeres que han defendido sus libros y su derecho a estudiar
y pensar contra obispos y jerarcas. Las monjas son para la Iglesia peones,
seres inferiores en su relación con el Dios cristiano.
Mi homosexualidad no necesita tu aprobación, es la
homosexualidad dentro de la Iglesia la que necesita urgentemente
reivindicación. Con esta frase, que formaba parte de otra de las siluetas
(cartel), que la Policía se ensañó en
romper, queríamos evocar e invocar a las cientos y miles de monjas lesbianas, y
curas homosexuales que dentro de la Iglesia viven su sexualidad con culpa, que
están obligados a callar y a nutrir la doble moral de la Iglesia.
No necesitamos que el papa Francisco nos reconozca ninguna
dignidad a lesbianas que no pertenecemos a su Iglesia, por eso le exigimos que
la tarea de dignificación la empiece en su casa, donde es más urgente y donde
el dolor es más profundo. Donde el silencio y la doble moral son más pesadas y
donde la condena nunca termina.
Nos dicen que no se está violando el carácter laico del
Estado en la medida en la que el Papa es también representante de un Estado. Si
Evo Morales tiene derecho de cuestionar el carácter imperialista del Estado
norteamericano, nosotras tenemos el mismo derecho de cuestionar el carácter
misógino y antidemocrático del Estado del Vaticano. Por eso decíamos ayer: no rindo pleitesía al jefe de un Estado donde
el poder es vitalicio, gerontocrático y patriarcal. Un poder vertical que niega
el derecho no sólo a decisión, sino inclusive a opinión y discusión.
Hoy que en Bolivia estamos siendo empujados a pasar al
régimen general a sectores pequeños, como pensiones, talleres, fotocopiadoras,
y que nos enfrentamos todos los días a clausuras, porque no dimos una factura
por dos empanadas o tres refrescos, quisimos dedicarle un cartel a los privilegios
de la Iglesia Católica. Por eso decíamos: la Iglesia lucra con tu salvación y
no le obligan a pagar impuestos como lo hacen contigo y conmigo. ¿Cuánto cuesta
un matrimonio, un bautizo, un entierro? ¿Por qué no dan factura?
El Papa, intentando hacer una broma, les decía a los
ecuatorianos que no les va a cobrar nada. La broma le revienta en los labios
porque la realidad cotidiana es que antes de cualquier sacramento va la paga.
Esa paga ha pasado de la limosna al lucro, por eso la Iglesia no practica el
voto de pobreza y los franciscanos del mundo hoy son grandes empresarios del
turismo religioso, antes que ascetas, como era su fundador.