¿Qué pasó en Grecia? ¿Qué pasará en Europa?
por Ulrich Brand
El lunes pasado, casi todo el mundo
se quedó sorprendido. Se recuerda: como en Enero cuando Syriza dejó entrar un
partido de la derecha al gobierno. Alexis Tsipas –con el apoyo político del fuerte
voto del “No” el día 5 de julio– finalmente aceptó las imposiciones
neoliberales de la Unión Europea y, sobre todo, del intransigente gobierno
alemán. Las medidas son aún peores. Se escuchó palabras como “traición” o
“falta del respeto al voto popular”.
Sin embargo, Tsipras no tenía
alternativas. La alternativa hubiera sido un desastre económico, político y
humanitario en el país mediterráneo. La gente dijo en el referendum no a la
austeridad, pero no rechazó ser parte de la UE. Se dijo que Grecia no tenía una
estrategia de compromisos. Tal vez, tenía pero hubiera sido una tontería
política decirlo públicamente.
Actualmente, Grecia no es el campo
de la lucha por el socialismo. Si la estrategia del gobierno y de Syriza era de
poner la UE en una crisis política, eso funcionó. Pero Syriza lo que trata es
de desarrollar una salida viable de una crisis causada por los gobiernos
anteriores y las élites griegas bajo condiciones pésimas. Por eso, aceptó.
Y no olvidamos: ¡el Referendum impidió
a Schäuble y a los demás aniquilar al gobierno griego! Eso era y, creo yo,
todavía es es el plan del gobiero alemán y otros. “No hay alternativa!”
Ahora Syriza tiene el chance, bajo
condiciones muy difíciles, de realizar ciertos programas. Por primera vez, los
costos de la austeridad no se quedan exclusivamente al lado de los pobres y
débiles. Hay fondos remarcables para inversiones que no van directamente a los
bolsos de los ricos y de los bancos.
Claro, se puede criticar que el gobierno
griego no tenía un “Plan B”, una propuesta para salir del Euro. De hecho, había
un grupo de trabajo acerca del tema como ahora contó el ex-ministro Yanis Vassilis
Varoufakis. Pero no tenía peso dentro del gobierno (y ni tienen más las máquinas
de imprimir el Drachme…). Además, hay que ver que la capacidad de negociar, la
cantidad de cuadros y técnicos entre Grecia y el resto le es a esta última increíblemente
desfavorable (otra lección para cualquier proyecto político: requiere capacidad
personal).
Aún más. La última semana muestra
que, por el momento, dentro de la Unión Europea con la dominio de Alemania
ninguna política progresista es posible. La presión sobre cualquier iniciativa
de formular y realizar alternativas va a quedar. El acuerdo no es el fin del
desastre. Deja respirar a Grecia, nada más.
Si hay algo positivo en las últimas
dos semanas es el hecho mismo del referendum y, aún más, el No. Segundo, que la
constelación ahora es superclara: el gobierno alemán, la Unión Europea y la
gran mayoría de los medios de comunicación empiezan una guerra en contra de
cualquier alternativa. La crítica a la carta de Krugman, Sachs y Stiglitz
(keynesianos dóciles) era feroz, ridícula y sorprendente. Tal vez se forma un
disenso entre las élites. Tercero, la
socialdemocracia alemana se autodestruye. El presidente-egomano SIgmar Gabriel tuvo
tantos errores que su objetivo ya modesto de volver al 25 % (!) de los votos probablemente
ya se terminó.
Por último, queda claro que la
izquierda europea tiene que repensar su posición hacia la Unión Europea. La UE
neoliberal y autoritaria es también una UE abiertamente neolimperial hacia
adentro. Claro, una “renacionalización” no tiene sentido pero para políticas
progresistas no hay nada, pero nada que ganar al nivel europeo. La zona del Euro
no tiene futuro. Pero luchar en contra de la lógica del Euro no podía empezar
en Grecia. Tal vez, estas semanas ambiguas del julio 2015 serán un punto de inflexión
en la historia de la izquierda europea.