Serie “Guerra por el Consumo”: Micro-química
por Diego Valeriano
Todxs
hemos sufrido de manera inexorablemente transformaciones en esta guerra. La
alteración de lxs cuerpos, desde su composición material hasta su estructura y
sus propiedades ha sido notable en lo que va desde que todo esto comenzó.
Desde
un punto de vista microscópico, lxs cuerpos involucradxs en esta guerra
han padecido por efecto de innumerables reacciones químicas, producto del
intercambio constante de energía con su entorno. Da igual que se trate de
víctimas, victimarios, mujeres, killers o veteranos. Todxs, fatalmente,
hemos visto aumentar en lo que va de esta guerra, el contacto con tales
reacciones químicas. Y lo que es peor: ya no podemos abandonar el círculo
vicioso que se constituye como flujo de energía entre el sistema y su campo de
influencia.
Nuestra
guerra no posee formas definidas explícitamente, su dinamismo es completamente
abierto, inacabado. Se transforman los cuerpos y el deseo en función del
contacto con la energía, y con de modo en que ella nos influye. Está
allí, entre las cosas, entre todas las cosas, en todos los actos, en la
envidia, en la misma voluntad, en el cuerpo que siente, en las compras, en los
estados de ánimo, en las mutaciones, en todos los encuentros.
La
guerra produjo la transfiguración continua de los territorios hasta volverlos
incomprensibles, inabarcables, irracionalizables e ingobernables. Química y
disputa, energía y acción. Pequeñas partículas de energía que de tan vitales se
vuelven universales.
Tal
macroquímica de la guerra orienta los mecanismos de combate hacia los cuerpos
mutantes, como vapores que han penetrado la epidermis, y se apoderaron de los
gestos, de los comportamientos. Nos hemos vuelto volátiles, nuestra materia ha
devenido en constante cambio por la oscilación de la energía que atraviesa
nuestros territorios. Hemos llegado a ser impredecibles: el consumo nos ha
liberado de la fijeza de nuestros antiguos roles.
De
un tiempo a esta parte han caído en desuso hasta volverse completamente
impensables antiguas nociones “aprendizaje” y “mejoramiento”. Hay quien aún las
nombra, pero ya no aportan nada. Hemos quedado instalados en un presente
exclusivo y total. Vivimos este presente en el cual lo que define es el
dinamismo de la energía buscando reacciones. En este espacio todo lo relevante
se convierte en individual, en una lucha apasionada de transformación de la
materia.
No
cabe duda alguna que el consumo
libera. Una potente energía ha sido emancipada y sin cause recorre como un
fantasma la alegría y la vitalidad de los de abajo.