Manifiesto Aceleracionista (primera parte)


Publicamos en tres entregas la traducción al castellano del Manifiesto Aceleracionista, lanzado el 13 de mayo de 2013 por Alex Williams y Nick Srniček, de la London School of Economics. La obra ha generado muchas críticas en las últimas semanas gracias a su contenido deliberadamente polémico. En contraposición a reducir la política radical a propuestas de horizontalidad, consenso, acción local y democracia directa, los autores proponen radicalizar las tendencias de liberación que el capitalismo precisa poseer y controlar en todo momento. Una alternativa dentro del marco de desarrollo y expansión del capitalismo, que acelera la velocidad de producción, circulación y consumo hasta llegar a un punto de ruptura. Así, una izquierda aceleracionista no puede prescindir de las últimas tecnologías ni de los métodos econométricos y de intervención sobre el entorno más sofisticados; es decir, de todo lo que el capitalismo coloniza con fines de acumulación y explotación del trabajo (el neoliberalismo). Es una propuesta diametralmente opuesta a las vertientes, muchas de ellas de izquierda, que atribuyen de entrada una connotación negativa al desarrollo, el crecimiento y/o a la productividad global y que se enmarcan dentro del discurso de los límites, del decrecimiento o, en simetría al discurso neoliberal, de la austeridad.
Publicamos aquí la primera parte de este texto. Los dos capítulos restantes los iremos publicando en las próximas semanas como modo de abrir un debate sobre el desarrollo y la transición al post-capitalismo, es decir, un análisis sobre la posibilidad de una ruptura revolucionaria y la reapropiación de nuestro tiempo. 

#ACELERA

MANIFIESTO POR UNA POLÍTICA ACELERACIONISTA (PARTE I)

Por Alex Williams y Nick Srnicek // Trad. Comité Disperso
01. INTRODUCCIÓN: Sobre la coyuntura
1. En el comienzo de la segunda década del siglo XXI, la civilización global se enfrenta a un nuevo tipo de cataclismo. Los apocalipsis que se avecinan dejan en ridículo las normas y las estructuras de organización política que se forjaron con el nacimiento de los estados-nación, el auge del capitalismo y un siglo XX marcado por guerras sin precedentes.
2. Lo más significativo es el colapso del sistema climático del planeta, que puede incluso poner en peligro la existencia de toda la población mundial. A pesar de que se trata de la amenaza más grave a la que se enfrenta la humanidad, hay una serie de problemas de menor envergadura pero potencialmente igual de desestabilizadores que coexisten e interactúan con el problema principal. El agotamiento irreversible de los recursos, especialmente de las reservas de agua y energía, puede provocar una hambruna masiva, el colapso de los paradigmas económicos y nuevas guerras, frías y calientes. La continua crisis financiera ha llevado a los gobiernos a adoptar la espiral mortal de las políticas de austeridad y a privatizar los servicios públicos del estado del bienestar y ha provocado un desempleo masivo así como el estancamiento de los salarios. La creciente automatización de los procesos productivos, incluido el “trabajo intelectual”, pone de manifiesto la crisis secular del capitalismo y su pronta incapacidad a la hora de mantener los niveles de vida actuales, incluso para las clases medias del hemisferio norte, ya en proceso de desaparición.
3. En contraste con estas catástrofes en aceleración continua, la política actual se caracteriza por un inmovilismo que la incapacita para generar las nuevas ideas y modelos de organización necesarios para transformar nuestras sociedades de modo que sean capaces de hacer frente a las amenazas de aniquilación que se perfilan. Mientras la crisis se acelera y refuerza, la política se ralentiza y debilita. En esta parálisis del imaginario político, el futuro queda anulado.
4. Desde 1979 la ideología política hegemónica a nivel mundial ha sido el neoliberalismo, omnipresente con algunas diferencias de matiz en todas las potencias económicas que actualmente dominan el mundo. A pesar de los desafíos profundamente estructurales que los nuevos problemas globales presentan a este sistema —los más acuciantes las crisis crediticias, financieras y fiscales que se están produciendo desde el año 2007/2008— los programas neoliberales no han hecho sino ahondar en sus dogmas. Esta continuación del proyecto neoliberal, o neoliberalismo 2.0, ha empezado a aplicar una nueva ronda de ajustes estructurales dirigidos, especialmente, a facilitar nuevas y agresivas incursiones del sector privado en lo que queda de las instituciones democráticas y los servicios sociales. Todo esto a pesar de los efectos económicos y sociales negativos inmediatos y de los obstáculos a más largo plazo que plantean las nuevas crisis globales.
5. Que los sectores de la derecha gubernamental y no gubernamental y del ámbito corporativo hayan sido capaces de impulsar de este modo el neoliberalismo es, al menos en parte, consecuencia de la parálisis y la incapacidad permanentes que azotan a gran parte de lo que queda de la izquierda. Treinta años de neoliberalismo han despojado a la mayoría de los partidos políticos de izquierda de pensamiento radical, contenidos y un mandato popular. En el mejor de los casos han respondido a la presente crisis con llamamientos para recuperar los principios económicos keynesianos, a pesar de la evidencia de que las condiciones de posguerra que permitieron el desarrollo de las socialdemocracias ya no existen. No podemos regresar así sin más a los postulados fordistas de producción en masa. Incluso los regímenes neosocialistas de la Revolución Bolivariana de América del Sur, a pesar de su alentadora resistencia a la hora de combatir los dogmas del capitalismo contemporáneo, siguen siendo incapaces lamentablemente de presentar una alternativa más allá del socialismo de mediados del siglo XX. El trabajo organizado, debilitado sistemáticamente por los cambios que trae aparejados el proyecto neoliberal, se fosiliza a nivel institucional y, en el mejor de los casos, sólo puede mitigar levemente los nuevos ajustes estructurales.  Sin un enfoque sistemático para construir un nuevo modelo económico ni la solidaridad estructural necesaria para promover cambios, las fuerzas laborales siguen siendo relativamente impotentes. Los nuevos movimientos sociales que han surgido desde el final de la Guerra Fría y que desde 2008 han experimentando un resurgimiento han sido igualmente incapaces de concebir una nueva visión ideológico-política. Por el contrario, estos movimientos consumen una gran cantidad de energía en los procesos internos de democracia directa y en la autocomplacencia afectiva por delante de la eficacia estratégica, y con frecuencia propugnan una variante de localismo neoprimitivista, como si para luchar contra la violencia abstracta del capital globalizado fuese suficiente la “autenticidad” frágil y efímera de la inmediatez comunal.
6. A falta de una visión social, política, organizativa y económica radicalmente nueva, los poderes hegemónicos de la derecha seguirán siendo capaces de impulsar su limitado imaginario a pesar de todas las evidencias en contra. En el mejor de los escenarios, puede que la izquierda sea capaz durante un tiempo de resistir parcialmente algunas de las peores incursiones. Pero esto poco podrá hacer contra la inexorable marea final que se avecina. Generar una nueva hegemonía global de la izquierda implica recuperar los futuros posibles perdidos, es más: implica recuperar el futuro como tal.