Potencia de lo plebeyo

Conversación con Raúl Zelik

por D.S.


Henos aquí recibiendo la visita de Raúl Zelik, joven escritor y ensayista que por razones biográficas y políticas se mueve fluidamente tanto en la situación alemana como en la colombiana y venezolana. Raúl es algo así como un hombre orquesta. Combina la preocupación política con la literatura. De hecho, su paso por Buenos Aires se debe a la presentación que la prometedora editorial Cruce hace de su novela Situaciones Berlinesas.

En relación con la teoría política, Raúl enseña Ciencias Política en Colombia y se empeña en explicar el papel ambivalente del estado en los procesos reformistas de los años ‘80 en Europa y los actuales en Sudamérica. Para ello, intenta deshacerse de las imágenes del marxismo determinista que piensa las coyunturas a partir de una “evolución” que recorre la “correlación de fuerzas”, para pensar la complejidad del juego institucional (Poulantzas) y la noción de “agenciamiento” (Deleuze y Guattari). En sus términos, por ejemplo, el chavismo es un fenómeno plebeyo, tan singular como inaprensible, que habría que poder pensar como “agenciamiento productivo y problemático de prácticas de emancipación, oportunidades y nuevas segmentaciones”.

Este es su punto de enfoque respecto de los gobiernos de centroizquierda latinoamericanos (básicamente los que tuvieron asambleas constituyentes, Venezuela, Ecuador y Bolivia, y en alguna medida, la Argentina). Ellos pueden ser concebidos a partir del hecho de haber “generado las condiciones para un fortalecimiento del Estado que, si bien ha tenido efectos positivos para las clases populares en cuanto a la distribución de las riquezas, también contribuye a la profundización del modelo de desarrollo imperante y de las estructuras neo-exctractivistas”.[1] 

Zelik agrega respecto de Venezuela un punto importante en la construcción de una mirada crítica de los gobiernos progresistas de la región:

No es sólo el legado histórico del Estado colonial y luego rentista, el que genera unas contradicciones tan marcadas entre un discurso socio-económico transformador y la realidad de los países. La profundización del extractivismo tiene que ver con el propio proceso de transformación, en el cual unas élites  estatales emergentes se ven obligadas a legitimarse mediante la demostración de poder y éxito económico. La propuesta de convertir a Venezuela en una “potencia energética mundial” es obviamente contradictoria con las ideas del desarrollo endógeno o del eco-socialismo, defendidas por el mismo gobierno de Chávez y la empresa estatal petrolera PDVSA. Todos saben, además, que los intentos de incrementar la producción agrícola estarán condenados al fracaso si no se reduce drásticamente la importancia del petróleo para la economía nacional. Pero las lógicas de las nuevas estructuras estatales bolivarianas no son tan diferentes de aquellas que guiaron las viejas élites ‘puntofijistas’. Ésas también tratan de asegurar su persistencia como grupo social, mediante la reproducción de la estructura estatal-rentista y tienen que legitimar su rol de conducción a través de un asistencialismo a las clases populares”.

Perspectivas como las de Zelik no pueden inscribirse en el código binario de la polarización regional (que se plantea crecientemente en términos de pro o contra). Sus posiciones expresan un cuadro más amplio, en el que aparece una disidencia de izquierda interior a los procesos mismos de transformación, que se comprometen con los movimientos sociales que están en la base y el origen de estos procesos y desconfían sistemáticamente de aspectos importantes (la cara burocrática y funcional al capital global) de los gobiernos nacionales. Dice:

Para salir de este círculo vicioso, haría falta una democratización de la sociedad que implicaría un empoderamiento de las clases subalternas frente a las élites capitalistas tradicionales, por un lado, y frente al Estado fortalecido, por el otro. La proclamación de Venezuela como “democracia participativa y protagónica” ha abierto puertas en este sentido, pero no garantiza la materialización de los postulados. En la práctica se observa más bien lo contrario: muchas de las reformas democratizadoras como, por ejemplo, la Ley de los Consejos Comunales (que amplía los espacios de auto y cogestión comunitaria), han quedado paralizadas o revertidas. En una conferencia reciente en Caracas, el sociólogo Edgardo Lander (cf. 2010 y 2011) ha afirmado que esta restricción tiene rasgos sistemáticos. Según Lander, el Estado bolivariano busca imponer techos a las reformas democráticas. Si bien las comunidades han obtenido el poder de gestionar recursos y debatir problemas locales, siguen siendo excluidas de las decisiones económicas y políticas estructurales”.

En los actuales procesos latinoamercanos, voces como la de Raúl  desempeñan un papel esencial, dado que articulan el enfrentamiento al neoliberalismo y a las élites tradicionales, pero también al neopopulismo de las elites actuales, identificando mediante una mirada cartográfica los puntos de cierre y de apertura (sobre todo a partir de las tácticas de los plebeyos) del proceso en curso: 

El rechazo de la población a las maquinarias partidistas, incluyendo el izquierdista PSUV, ha hecho que la misma campaña electoral –normalmente un espacio poco apto para procesos de emancipación– haya permitido la articulación de movimientos populares. De este modo, el movimiento de pobladores (conformado por asambleas de inquilinos, conserjes, comités de tierra urbana, ocupadores de edificios, ‘campamentos’ urbanos y damnificados), la coordinadora de medios alternativos y las organizaciones campesinas, se movilizan para la defensa del presidente contra la oposición derechista. Esta integración a la campaña electoral chavista, que parte de una posición de autonomía ante los partidos, hace que las elecciones se conviertan en un foro de debates sobre los diferentes proyectos de país. Además, los movimientos han obtenido, de esta manera, una interlocución con el gobierno y conquistado algunas reformas legales favorables. Si bien se podría objetar que se trata sólo de pequeños nichos en el panorama político, tampoco se deben desconocer los logros de estas transformaciones. Los ocupadores de terrenos urbanos ociosos, por ejemplo, el llamado “Movimiento de Campamentos de Pioneros” que se plantea la creación de comunas urbanas auto-gestionadas, lograron que el Estado les garantizara los recursos financieros para la construcción de sus proyectos. Es cierto que estas medidas se podrían comparar con el apoyo económico prestado por gobiernos regionales europeos, para pacificar a los movimientos ‘ocupas’ de los años 1980. Pero justamente de esto se trata: la productividad de constelaciones políticas no depende primordialmente de los gobiernos”.

En ese sentido, la posición de Zelik se inscribe en la larga tradición que entre nosotros insiste en pensar la democracia como algo diferente a un momento de legitimación de estructuras y más como una dinámica de radicalización continua:

Comprender la democracia como un proceso inconcluso de apropiación social, define puntos de fuga para los proyectos de emancipación que van mucho más allá de las discusiones en torno a políticas gobernante”.

En su paso por Buenos Aires, Raúl se interesa por entender cómo se dan estas tensiones entre nosotros y cuáles pueden ser las dinámicas de radicalización plebeya, pregunta que también nos hacemos, y que, salta a la vista, precisar ser desarrollada en sus aspectos prácticos, no sólo en los teóricos.


[1] Las citas textuales pertenecen al artículo “De constelaciones y hegemonías. Sobre la necesidad de diferenciar entre gobiernos alternativos y políticas de emancipación”; publicado en el libro ¿Otros mundos posibles?: crisis, gobiernos progresistas, alternativas de sociedad / compiladores Daniel Pardo… [et al.]. – Berlín, Ger; Fundación Rosa Luxemburgo; Medellín, Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Ciencias Humanas y Económicas, 2012.