Elefantiásico


Ignacio Izaguirre se vio el El elefante blanco

Monito, el protagonista que el film esquiva (ni Darín, ni el frencho, ni la jermu)

En Leonera una mujer de clase media entra en un mundo marginal. Al principio es un mundo imposible donde solo cabe la violencia y el sufrimiento. Durante la película ese ambiente se transforma en un lugar donde algunas personas pasan cada hora de cada día. Donde la cotidianeidad es posible. No deja de ser terrible, deja de ser solamente terrible.

En una escena de Elefante blanco el personaje de Jérémie Renier (el cura coproducido) se mete en lo profundo de la villa, avanza donde nadie se animó, a través de dealers, asesinos y laboratorios clandestinos. Lo único que logra sacar de esa ambiciosa empresa es un pibe muerto en una carretilla. Trapero hace algo parecido. Mete una gran producción en un lugar inaccesible, se instala durante semanas con técnicos, actores y equipos, atraviesa riesgos y contratiempos. Lo único que saca es algo de horror para impresionar señoras, un noticiero bien filmado.


Los protagonistas de Elefante blanco son, como en Leonera, personas de clase media o alta. Pero esta vez no incorporan nada del ambiente. Sus conflictos son una aburrida y predecible historia de amor, y la invariable lucha interna por seguir adelante en un lugar donde nada vale la pena. Esta última frase es la premisa fundamental del film: en la villa todo está perdido, es un pozo donde solo se puede encontrar miseria, droga y muerte. Y como adentro todo está perdido, la única historia que merece ser contada es la de los que vienen de afuera. Son los únicos que tienen dudas sobre lo que hacen o no hacen, los que un día no quieren ir a laburar, los que se enamoran o se enferman. Los villeros, en cambio, son una masa de penurias sin contrastes. Su único acto de voluntad es tirarle piedras a la policía, no tienen pequeñas debilidades ni pequeños deseos personales. Sus padecimientos se limitan a lo extraordinario.


La película amenaza alguna vez con algo distinto. La reunión con la asistente social donde se introduce al Monito (Federico Barga) amaga con algo de intimidad, de particularidad. Él es el protagonista que el film esquiva, el que podría unir la tierra y las alturas. Termina, como toda la villa, siendo decorado y excusa para la acción de los únicos con derecho a protagonizar.