Sobre el saber de las escenas
Por
Guerra y Nicora (en las barricadas)
1- Estamos admitiendo que con frecuencia se nomina con repertorios conocidos lo que en verdad pide otra palabra, otro concepto, otra figura. Pero también admitimos que aún sistemas retóricos cuya forma explícita se presenta abierta a lo que advenga, pueden caer en un facilismo clasificatorio que limita el pensamiento situacional. Acaso entonces no necesitamos un repertorio lingüístico nuevo, actualizado a los tiempos que corren, sino una sensibilidad permanente, consuetudinaria, ante los efectos de cada nominación.
2- ¿Qué valor tienen los relatos de escenas, de escenas donde “pasa algo”? ¿Qué es “analizar una situación”? A veces se intenta, bajo ese nombre, resolver lo que subyace a lo evidente de la situación. Pero apostamos a un análisis que sea un aprendizaje, que aprehenda la potencia de lo pasado.
Para aprehender esa potencia, el análisis busca entender una complejidad y nominarla. La nominación aparece como una herramienta de trazado cartográfico: cartografía para estar en lo que pasa.
Entonces
una posibilidad es contar una escena y que ese contar sea el relato de unas
figuras y fuerzas, como podrían ser la subjetividad no escolar, el caos, la
fuga, la complicidad, la intervención, la indiferencia, lo común, la autonomía,
la institución, etcétera. Que las nociones sean las que narren la escena, pero
para que la escena las enriquezca como nociones.
3-
¿Puede ese análisis situacional, ese relato investigador, destilar algo como un
saber? El saber, tradicionalmente, convencionalmente, viene ligado a la
academia, a la ciencia. El saber, acostumbramos a criticar, es un patrimonio
abstracto pre situacional, una posesión jerarquizada (una posición), el saber
es la consagración institucional de lo que fue experiencia, el saber veda al
pensamiento. Pero, hoy, acá, nosotros, nos preguntamos si no podemos recuperar
una figura del saber, no como lo opuesto al pensamiento, sino a la opinión.
Y
aquí el problema: contar la propia experiencia, bien puede disponer al que
habla a hablar desde un saber, el saber de la experiencia. Pero ahí también hay
un riesgo, que es la proyección del saber experiencial en opinión general. La
entronización congelada de la vivencia: qué me vas a decir a mí si yo sé, yo
tengo experiencia –debería decirse, ahí, “yo tuve” experiencia, tengo memoria.
¿Cómo
se depura el saber de una experiencia? O más básicamente, ¿cómo llamamos,
siquiera, a eso que se depura, en potencia operatoria ulterior, de una
experiencia? ¿Cómo recorrer la experiencia pasada en su fertilidad, en su
lucidez para lo imprevisible? ¿Cómo ensayar la modulación de la experiencia
como potencia de saber?
4- ¿Es
posible una conciliación entre lo que llamamos pensamiento y lo que podemos
llamar saber? Los fans del pensamiento, que dimos muerto al saber (muerte le
dimos decimos), nos encontramos en el camino que la dádiva al pensar tiene su
propia figura de saber. ¿Cómo es el saber del pensamiento?
Es el
saber no de una formación, sino de
una genealogía el saber de los golpes y los placeres del cuerpo. El saber de lo
que pasa con lo que pasó, o de lo que pasa con lo que pasa. (Huelga decir que
con la genealogía de lo sentido incluimos los planos corpóreos específicos como
el alimenticio, el sexual, el intelectual, etcétera)
Esto se
vincula con lo que dice Diego del decir-verdad: que no es, la verdad,
patrimonio de los que pueden formular un enunciado con más argumentos formales
para merecer el atributo de lo verdadero, sino el decir más ajustado a la
catástrofe basamental constitutiva, del punto de enunciación. Es decir, que los
cuerpos cargan una verdad, y acaso eso sea la subjetividad. Pero los cuerpos no
tiene punto externo a esa verdad para leerla: están atrapados en su destino.
5- Ese
saber pensable del cuerpo comporta un riesgo: degenera en "vivencialismo".
La verdad del que lo vio, el testimonio patético. El saber vivencialista en
principio se distingue de la opinión, que encuentra en la superficie del mar de
signos que retiene su mente una referencia disponible para emitir; ni siquiera
requiere pasar por la biografía.
Saber
biográfico, opinión mediática: estamos fritos.
El
vivencialismo dice no hablés, si no lo viviste, y está diciendo no hablés si no
sabés. Se trata de un discurso que busca separar algunos cuerpos de algunas
posibilidades enunciativas; asigna esas posibilidades a algunos cuerpos, los
que vivieron o los que saben. Se trata de figuras restrictivas del vivir y del
saber. ¿Qué es vivir algo? El restriccionismo supone una suerte de
vivencialismo directo que es fuente única de la participación del hecho.
El
vivencialismo arruina una premisa hermosa con una conclusión regresiva. Porque
dice que sólo desde un sentido de las cosas puede hablarse de las cosas, pero
establece policíacamente la forma en que puede encarnarse ese sentido. El
ideologema de que sólo vivenciando puede accederse a la verdad de las cosas no
ve que la afectación tiene vasos comunicantes complejos (incluso hay ciertos
modos de comunicación que son posibles sólo si se suspenden, si quedan
liberados, los canales de afectación posibles, como una película sobre el
holocausto…).
¿Hay
que pasar por un tortuoso cautiverio, como Evey en V de vendetta, para comprometerte con un acontecimiento,
para que algo suceda? ¿para “entender” - vivenciar – que la cuestión es
política y universal, y no moral y
particular?
6-
¿Podemos concebir una metodología situacional?
Contar escenas. Pensar como la actividad que decide la organización de
esa narrativa, y dispone sus elementos para el ahora. ¿Es propagable, el
pensamiento situacional?