Por Juan Pablo Hudson En una película de la que nunca supe el nombre, aunque supongo que era inglesa, porque tiene en mi memoria la iluminación de las películas inglesas, que parecen siempre filmadas en la década del setenta, el plano se acercaba, lentamente, a un visor de una cámara de fotos apostada sobre un pie; cuando llegaba hasta el pequeño recuadro de vidrio, éste apuntaba hacia una mancha oscura que tenía justo enfrente, a unos pocos metros; segundos más tarde, a medida que una mano iba ajustando, con cuidada y efectiva parsimonia, el zoom y el foco de la cámara, la imagen se iba tornando cada vez más nítida hasta que pronto se podía reconocer -aunque todavía de manera muy vaga- el contorno de unos cuerpos sentados en lo que parecía ser un banco o una tarima; finalmente, luego de los últimos retoques dados con el zoom y el foco, brotó un plano general con toda nitidez: aquella mancha oscura se transformó en una familia compuesta por dos ancianos vestidos de frac, tr