Un alien de los medios

Entrevista a los miembros de Barcelona



Los periodistas de Barcelona son, probablemente, los que mejor percibieron la crisis profunda del periodismo. También del mundo, de la política, de todas las representaciones y profesiones. De allí extrajeron la lcave de su “éxito”: La crisis no es una caída libre, sino la condición para inventar algo nuevo. Aclaran de entrada que contra Clarín todo@s pero confiesan que, en el fondo, no creen en la democracia.



El estilo es el hombre”, repetía hasta hace poco David Viñas. “El estilo lo es todo”, reza una verdad popular vernácula. Y Barcelona, indudablemente, creó un estilo. Antes que algún desorientado piense en el team de Guardiola y el pibe maravilla, precisamos: estamos hablando de la revista Barcelona. Una solución europea a los problemas argentinos, el único medio periodístico que, serio y objetivo como ninguno, trazó una estrategia a largo plazo de aniquilación del Gran Diario Argentino (una suerte de abuelo rojo de 6,7,8). Y viene cumpliendo con creces su cometido. Su magnitud hace que sea mencionada cada vez que alguien remite al #findelperiodismo. Quijotesca por opción, empuña la sátira mordaz, una aguda ironía, el más hiriente sarcasmo. Su Don Quijote sale viernes de por medio, al precio de un atado (barato) de puchos. A dos colores y en papel de diario. Con la artesanalidad del fanzine y la pretensión de Le Monde.

Pero no todas son rosas en estos tiempos de kirchnerismo intensivo. ¿Qué hacer con las armas de destrucción masiva cuando emerge de lo más profundo del cuerpo social una sensibilidad constructora? ¿Qué debe hacer el exterminador cuando ve surgir, desde adentro suyo y de modo inesperado, una esperanza? ¿Cómo actuar cuando crece el margen de lo no parodiable, cuando la incorrección ya no garpa?

Las 30 mil ventas quincenales la han vuelto una voz apetecible y desde hace ya un tiempo hacen un programa en Radio Nacional (mientras se preparan para aplicar sus dones en la TV pública). Hernán Ameijeiras, Eduardo Blanco, Mariano Lucano, Daniel Riera y Pablo Marchetti: un grupo de amigos que no trabaja a sueldo de nadie, e inventaron la mejor y más corrosiva revista de la década pasada. Llegan tarde, unas dos horas. Ocho hombres, a las cuatro de la tarde de un martes, discurriendo sobre el periodismo y sus crisis, sobre los efectos del proyecto Barcelona en el oficio periodístico. Nada muy bueno puede pasar. O sí. Comienza la charla.



Contra molinos de viento

Crisis: Comencemos por los primeros tiempos de Barcelona, del surgimiento en medio de un país prendido fuego de una revista que aparece en simultáneo con el kirchnerismo y que encuentra la manera de decir cosas en un momento en el que los lugares de enunciación estaban en crisis.

Pablo Marchetti: Barcelona surge en medio de la crisis de 2001. El germen fue un grupo de amigos que trabajábamos juntos en una revista que se llamaba La García y que antes habíamos laburado en La Maga. Y surge del hecho de juntarnos a cagarnos de risa leyendo Clarín (y los diarios en general). Nos cagábamos de risa de lo ridículo que era lo que decían, de lo estandarizado y lo naturalizado que estaba el “periodismo serio”. Un periodismo serio que era un disparate absoluto, que decía cualquier cosa en cuanto a los contenidos y que hacía cualquiera cosa en términos de forma. Y no sabíamos por qué extraña razón eso se tomaba como periodismo serio y nadie lo discutía. Nuestra idea fue sacarla a fines de 2001, pero Barcelona termina saliendo en marzo/abril de 2003. Nos habíamos quedado sin laburo y entonces dijimos “vamos a hacer el medio que se nos canta”. Eso también fue un producto de la crisis: como no hay posibilidad de salvarse con nada, como no hay posibilidad de pensar “ah, este medio va a funcionar”, entonces uno puede hacer lo que tenga ganas. Ya que nos va a ir como el orto, hagamos lo que se nos canta.

Eduardo Blanco: Barcelona surge también de una crisis del periodismo, que hacía que nosotros no tuviéramos muchas ganas de trabajar en esos lugares donde pasaban las cosas que Pablo está contando. Entre nosotros circulaba un quiebre personal con la profesión, que nos llevaba a preguntarnos qué era ser periodista en ese momento.

Crisis: ¿No les parece paradójico que un medio cuyo propósito era poner en evidencia la crisis del periodismo se convierta en uno de los productos periodísticos más originales y exitosos de la última década?

PM: Creo que una de las cosas más novedosas que tiene Barcelona es que se constituye como una sátira para ridiculizar el discurso de los medios, y el modo en que se instalan los medios como generadores de verdad. El periodismo no es más que un relato de ficción armado con elementos de la realidad. Y punto. Por eso Barcelona es periodismo. Para hacer una sátira periodística tenés que tener muy claro los formatos y los códigos del oficio. Pero sobre todo la hacemos así porque nos divierte, porque nos gusta cagarnos de risa como nos cagamos de risa haciendo la revista. La sátira funciona ridiculizando el modo en que los medios tratan los temas, y también trayendo temas que no forman parte de la agenda de los medios: la búsqueda de Julio López (o de Luciano Arruga) como caso paradigmático. Eso también es divertido: sentar una posición, editorializar, bajar línea. Nos gusta mostrar lo que pensamos sobre determinados temas. No es que la diversión va por un lado y la cuestión densa, política, seria, va por otro.

EB: Barcelona tiene una dinámica muy colectiva y horizontal basada en un grupo de amigos que se divierte: nos juntamos, tiramos ideas, las debatimos y a partir de ahí se organiza el trabajo. Ese ejercicio yo no lo vi en ninguna otra redacción por la que pasé. Es como una cabeza multiplicada y eso le da mucha fuerza.

PM: Pero ojo, lo que nosotros hacemos también es totalmente destructivo. Porque creemos en lo necesario de la destrucción. Quizá el mejor ejemplo sea El Quijote. Cervantes dijo: yo hago esto porque quiero destruir las novelas de caballería. Y destruyó tan pero tan bien lo que creía que era una mierda, que de las novelas de caballería (que eran el Clarín de aquella época) ya nadie se acuerda y El Quijote sigue siendo una obra maestra. ¿Cómo hizo para destruirlas? Construyó una sátira perfecta, en la que parodió todos y cada uno de los detalles, de los tópicos de las novelas de caballería. Y sobre esto se levanta, luego, toda la literatura en castellano. Es obvio que ni se me ocurre poner Barcelona a la altura de El Quijote, pero me parece que ambas evidencian que la destrucción es absolutamente necesaria para poder construir algo. En ese punto, Barcelona es claramente un medio destructivo: no estamos proponiendo, estamos destruyendo. Por eso solemos hacer mucho énfasis en decir que no somos una revista de humor. Su fin no es el humor, no es hacer reír. Del mismo modo que nadie diría que El Quijote es una novela humorística: es literatura, nadie duda de eso. Ahora bien, si Joaquín Morales Solá admite que hace un programa de humor, nosotros también admitimos que Barcelona es humor. Nos ponemos de acuerdo y nos sacamos todos la careta. Lo que queremos dejar en claro es que, en función de lo que nosotros creemos que es el periodismo, Barcelona es un medio periodístico. ¿Es absurdo lo que dice Barcelona? Sí, es tan absurdo como lo que dice cualquier otro medio periodístico. Hay que terminar con la idea de “el” relato periodístico, del relato “objetivo”: esta es “la verdad” y todo el resto es en joda.

Crisis: ¿No hay cierto riesgo en asumir una idea tan relativista de la verdad? ¿Ustedes creen que el horizonte más deseable es una pluralidad de voces transparente, o piensan que existen procesos sociales que producen nuevas verdades que merecen ser contadas?

Daniel Riera: Lo que existe son intentos de aproximarse a ciertas “verdades” y mayores o menores grados de buena leche para acercarse a ese objeto que se está tratando. Quizá nos puede servir distinguir la idea (tan deshonesta, tan trucha, tan pelotuda) de independencia, de la idea de autonomía. Un medio que dice que no es “independiente” (porque sus pensamientos provienen de un montón de lugares), sino que es autónomo. Pero es interesante lo que se dio en el último discurso de la Presidenta en la apertura a las sesiones legislativas. Los medios opositores insistían en que la presidenta no había hablado de la inseguridad… y había hablado diez minutos. Antes la prensa opositora eran más elegantes: decían “lo que dijo es una boludez, no estamos de acuerdo con lo que dijo, nos parece que lo que dijo es insuficiente”. Pero decir que no dijo lo que dijo ya es una etapa superior de la cosa.

HA: Me parece que algo bueno que está pasando ahora es que quedó claro que todo medio es un actor político, un elemento más de la batalla política. Yo creo que es un buen momento para hacer periodismo porque todo tiende a volverse más claro… al menos para un generación. Hace unos días estaba con mi viejo, no sé sobre qué hablábamos y me dijo: “es así porque lo dijo la radio”. Yo me morí de ternura. Mi viejo tiene ochenta años. Me parece que eso es inconcebible de acá en adelante. Ninguno de nosotros diría, ni aún con ochenta años, “lo dijo la radio”.

Hacer periodismo o ser periodista


Crisis: ¿Ustedes sienten que éste es un buen momento para hacer periodismo? Porque es todo lo contrario de lo que se vive en muchas redacciones, donde cada vez se hace más difícil laburar de periodista.

PM: Para mí es un momento excelente para hacer periodismo, aunque no sé si para trabajar de periodista. Nosotros ganamos poca plata con esto (y eso que ahora la revista vende), así que lo hacemos porque nos calienta, porque tenemos ganas. Lo que sí se va a la mierda es la idea de un periodismo tradicional, eso de las grandes redacciones por ejemplo. Son una cagada, porque no permiten generar ese ambiente colectivo interesante que se necesita en una redacción. Y que en un punto es la clave de Barcelona: que seamos un grupo grande, que trabajemos de manera horizontal, sin ninguna clase de pudor en decirnos “es una pelotudez lo que estás diciendo”. Y, al mismo tiempo, saber que milagrosamente las cosas surgen por consenso —a veces luego de largas discusiones. En general, es un momento excelente para hacer periodismo, para generar otras cosas. Desde lo tecnológico y desde lo social.

HA: Y el mismo hecho de que exista esta polarización terrible, que a primera vista empobrece la discusión, genera espacios vacíos que se pueden ocupar, quizá con algún tipo de ecuanimidad...

PM: No sé si ecuanimidad es la palabra, sino acompañar sin culpa las cosas con las que uno se identifica o ir por ejemplo contra enemigos del gobierno que siempre fueron mis enemigos. Pero no tragarse por eso todos los sapos que hay que tragarse para estar del lado del gobierno. Esto sólo puede hacerse si estás por fuera de las grandes estructuras. Porque si vos querés hacerte el copado adentro de TN es medio complicado.

HA: Por otro lado, es cierto que el gobierno (o el oficialismo, o el Estado, o como lo quieran llamar) nos ve con cierta simpatía. Tenemos un espacio diario en Radio Nacional. Esto a nosotros nos sorprende, nos alegra. Uno puede decir: Barcelona ha sido absorbida. Es una lectura que tienen algunos lectores de la revista que nos gastan con las cartas... pero siguen comprando la revista, así que todo bien. Pero también uno puede decir que estamos ahí, que decimos lo que queremos, que nunca nos jodieron, nunca sufrimos ningún tipo de presión. Haciendo una lectura más sutil uno puede decir que lo hace el gobierno para mostrar su amplitud: “miren, está Barcelona...”. Y sí, puede ser. Bueno, eso no está mal. Todos hacemos política. Nosotros amplificamos lo que queremos decir y el gobierno da muestra de su amplitud contratándonos a nosotros.

PM: Esta circunstancia en relación al gobierno forma parte de una situación medio incómoda que tiene la revista en general. Porque Barcelona es demasiado mainstream para ser un fanzine, pero también es demasiado alternativa como para ser comercial. Demasiado oficialista para los opositores y demasiado opositora para los oficialistas más recalcitrantes. Lo que pasa es que a este gobierno hay que pensarlo en perspectiva histórica. Y uno lo evalúa en relación a lo que tuvimos y a las posibilidades que hay en Argentina. En ese sentido éste es el mejor gobierno que tuvimos en muchos años. ¿Eso implica que somos oficialistas? No, la verdad que no. Así que ni el sapo Pepe ni el sapo Daniel, por poner el ejemplo de los Scioli. Y tantísimas otras cosas. Si vos analizás las distintas secciones de la revistas y las diferentes épocas, vas a encontrar momentos de acercamiento muy grande, como la tapa del  momento de la muerte de Néstor (“Néstor not dead”) o la contratapa donde había una foto de la multitud en Plaza de Mayo y una leyenda que decía “Hoy somos todos Barone. Mañana vemos”. Pero al toque salió la tapa de “Represores Originarios”. Eso pasó con la represión en Formosa, con Insfrán como gobernador, Cristina que no dijo nada y la verdad es que nos rompió las pelotas.

DR: Una de las últimas tapas fue vista como muy dura por algunos kirchneristas fundamentalistas. Hablaba de todas las cosas que se llaman Néstor Kirchner. Y tenías en un costado a Moyano y al Momo Venegas y decía: “no son iguales. Moyano está a la izquierda”. Siempre va a haber gente que va  especular en dónde estás. Pero es mucho más sencillo de lo que parece: estamos parados en el mismo lugar de siempre, haciendo la revista que se nos canta y diciendo lo que pensamos sobre las cosas.

HA: Igual me parece que hubo un cambio. Tengo la sensación de que cuando Clarín apoyaba a toda esta estructura de gobierno, nosotros éramos mucho más descarnadamente duros. Porque el poder estaba concentrado en ese lugar. Ahora, cuando se genera esta guerra entre el gobierno y Clarín, y Clarín encima como líder de una oposición que representa muchos valores que nosotros despreciamos, creo que ahí hubo un cambio. Fue inevitable preguntarse si le hacés el juego a la derecha. Empezamos a ver que el gobierno se estaba construyendo enemigos que eran los que uno, ideológicamente, siempre ha sentido como sus propios enemigos.

El periodismo que fue, el periodismo que viene

DR: Barcelona denuncia una decadencia. Pero como decía Pablo, es un momento muy rico para hacer periodismo y, a la vez, un momento muy complicado para los periodistas, dado que las condiciones en las que desarrollan su trabajo son, a menudo, una mierda. Esto habilita a que los periodistas tengan que inventar maneras nuevas y lugares nuevos para hacer periodismo. Pero ahí no se acaba el problema: a la vez, es importante que mucha gente que aún no conocemos como periodista, devenga periodista. Personas inquietas, organizaciones sociales, grupos que aprovechen lo barato que puede estar comprarse una compu hoy, o que suban cosas a internet. ¡Hay muchos medios a ser inventados! Hace tiempo tuve una discusión con un docente de la Carrera de Comunicación de la UBA (luego me enteré que era del Partido Obrero), que decía: “Tenemos que hacer diarios que compitan con Clarín, que vendan lo mismo. Y canales de televisión que compitan con Canal 13”. ¡A mí me parece una pelotudez enorme querer hacer canales 13 trotskistas! Y me sorprende hasta qué punto este personaje formaba parte de discurso que pretendía denunciar.

Crisis: Es también lo que prima en las instancias de gobierno. Ya era muy sintomático el caso de los venezolanos con Telesur, como una CNN socialista. Ahora tenemos a Tiempo Argentino que quiere pelearle a Clarín con el mismo lenguaje y similar formato.

PM: Claro, la construcción es más o menos la misma. Tiempo Argentino es un diario igual a Clarín, pero de distinto signo. Pero yo creo que es parte de la destrucción, parte de lo que hay que destruir. Tiempo Argentino no pretende crear algo nuevo, sino que es un flanco más del ataque. Entonces, si está el que todavía quiere Clarín le vamos a dar el Clarín K... con el suplemento de cocina, los chismes y también escrito para el orto. Igualito.

EB: Es que el gobierno está concentrado en hacer la guerra, no en la búsqueda de una modificación de la forma de comunicar o en inventar nuevos modos. Por eso a mí me parece fundamental que toda esa gente que tiene algo para comunicar, empiece a plantearse una ruptura con el esquema tradicional de los medios. En este caso no sirve anda copiando o tratando de acercarse a ese modelo dominante, que ya está instalado, tanto desde lo discursivo como desde lo estructural.

DR: Yo tengo mil críticas para hacerle a Taller Estudio Agencia (TEA), que fue donde recibí mi primera formación como periodista. Pero hay algo importante que debo reconocerle: en primer año, en el primer mes, en las primeras clases, cuando yo tenía 18 años, uno de los tipos dijo “si ustedes vienen acá con la pretensión de formarse para trabajar en los medios existentes, ustedes están teniendo una visión limitada del laburo. Ustedes tienen que crear sus propios medios.”. A mí eso me pegó mucho. Debe haber sido la lección más importante que me dieron. Y una variante de eso, una etapa superior y desacralizadora de eso, es que mucha gente a la que no conocemos como periodistas tenga la iniciativa de comunicar, de escribir. El periodismo no es una profesión colegiada ni debería serlo. Hay gente que dice que Barcelona funciona porque interpreta su época. Cuánto tiempo seguirá pasando esto es imposible saberlo. Pienso en la revista Humor, por ejemplo, que duró ocho años después de la dictadura, pero ya había perdido su filo, había dejado de ser lo que era. En ese momento,  cuando llegó Alfonsín, los que hacían Humor dijeron “qué bueno, llegó Alfonsín y la democracia”.

Mariano Lucano: Lo que pasa es que Humor funcionaba durante la dictadura como un refugio de lectura de un montón de gente. Barcelona no es eso, es más bien una revista parricida, porque si de alguien nos reímos es de la clase social a la que pertenecemos.

DR: Creo que somos un poco más inconformistas, más escépticos. El debate sobre el gobierno pasa por considerarlo el mal menor (hay momentos en que nos parece el mal mucho menor). Pero nos permitimos la duda. Porque en lo más profundo, me parece que ninguno de nosotros cree en la democracia. Como suele decir Pablo, más allá de la desnutrición, el gatillo fácil, la desigualdad social... la democracia es el sistema más perfecto creado por el hombre.

Por Diego Picotto
(Revista Crisis N° 4 – Abril/Mayo de 2011)