Caperucita Roja en la guerra de las ondas

Y resulta que un buen día se me ocurre prender la tele al mediodía. Me acomodo en el sillón con el gusto tramposo de quien se sabe partícipe de un ritual que le es ajeno: sentarse a ver el noticiero –el noticioso, decía mi abuela- del mediodía. Acaba de empezar América Noticias. Una mujer homogéneamente de negro –pelo, ojos, aros, blusa- anuncia la primera noticia de la emisión: Si nos habíamos indignado con la mujer que tiraba un gato a la basura, ¿se acuerdan?, ahora es mucho peor la imagen... Es una chiquita vestida de Caperucita tirando cachorritos recién nacidos al río. Coherente con la ¿línea ediorial?, el videograph reza: Tira perritos al río. La Caperucita que indigna al mundo. La imagen, claro, tiene la inconfundible calidad berreta de los videos de You Tube. Se ve una joven con un buzo rojo con capucha y pantalón negro, al borde de un riacho rodeado por abundante vegetación. Tiene un tacho blanco del cual saca uno a uno cinco o seis cachorritos y los va arrojando con fuerza, al medio del riacho. La voz en off  relata exactamente lo mismo que vemos como si no lo estuviéramos viendo, y le agrega adjetivos calificativos: “doloroso”, “aberrante”, “impune”. La voz en off -¿el periodista?- ni siquiera se anima a afirmar que los cachorritos son recién nacidos: aparentemente recién nacidos, dice. Nada se sabe de ella –de la joven-, aunque se presume que todo ocurriría en Croacia. O sea, no tiene la menor idea.

Como atento a mi carácter advenedizo, como descubriéndome polizón, como embistiendo contra el partícipe furtivo, el noticiero me reclamaba un sacrificio ritual o, al menos, un rito de iniciación. Mi ingenuidad se ahogó, junto con los cachorritos, en el asombro. ¿Amarillismo? ¡Obvio! Para empezar, buzo rojo y pantalón negro no califica como “vestida de Caperucita” ni en la peor fiesta de disfraces. ¡Y cachorritos aparentemente recién nacidos al río! La inocencia del perro, potenciada por la del cachorro, potenciada por la del recién nacido... No podía ser peor. Pero no era lo que me tuvo estupefacto. Finalmente, uno está acostumbrado al amarillismo. Calculo que habrán sido unos 40 o 50 segundos de muerte psíquica, hasta que entendí lo que me pasaba: como quien pierde el hilo de una conversación, se me había perdido el mundo, las coordenadas espacio-temporales. ¿Dónde ocurría la matanza? No es claro... En el noticiero, en la tele, en YouTube, en Internet... Si nos habíamos indignado con la mujer que tiraba un gato a la basura, ¿se acuerdan?, ahora es mucho peor la imagen... ¿“Ahora”? ¿Qué tiempo señalaba ese “ahora”? El de la memoria de la sucesión de imágenes indignantes vistas por televisión, ¿se acuerdan? Tiempo y espacio se definían en la interioridad de la relación entre el televidente y el noticiero. Ese era el sacrifico ritual: el sacrificio de toda situación.
En los ambientes bien pensantes suele darse por sentado que los cuentos infantiles transmiten “ideologías”. Caperucita roja, por caso, divide el mundo entre un interior seguro y un afuera peligroso (el bosque), en el que hay que cuidarse de los extraños (el Lobo suelto). Pero la Caperucita de América Noticias no hacía nada de esto, no nos anoticiaba acerca del mundo. En la noticia que no anoticia, lo que cuenta no son las demarcaciones o descripciones de los estados de cosas, sino la producción de estados de ánimo. La imagen vale como elemento de una situación que es puro estado anímico: estupefacción, horror, bronca.
 
Primero recordé una sátira que hacía Capusotto en Rock & Pop. Era un programa matutino tipo Radio 10, que se llamaba “¿Hasta cuándo?”. Lo conducía Armando Perez Manija, que decía, por ejemplo: 7:24 de la mañana. Otra vez los muertos, cuatro muertos acribillados en esta mañana. Protestas también de piqueteros que van a provocar caos en el tránsito y la posibilidad de que se dificulte el andar de las ambulancias y mucha gente muera por no llegar al hospital. La consultora Orteli nos prevé una inflación del %40 para este año y rumores de subas en las tarifas. Para el sábado la desocupación podría llegar al %79. Y seguimos con el ritmo de siempre. 7.25 de la mañana. Desabastecimiento de medicamentos y más muertos, entonces. Se comenta la quiebra de 15 bancos para esta tarde: congelamiento de depósitos, apertura y confiscación de cajas de ahorros. ¡Otro muerto más en la mañana! Y así empezamos la misma con toda la información, que a usted no le sirve para nada, pero le taladra la cabeza y de apoco lo va sacando y llenando de furia... Siendo las 7.25 de la mañana. A diferencia de la Caperucita de América, “¿Hasta cuándo?” sí daba noticias. Pero la presentación, la selección, la sucesión, el conjunto evidenciaba que aunque la descripción de estados de cosas no desaparece, se subordina a la producción de estados anímicos, a la lógica de Caperucita.  

Segundo, tuve que reconocer que la Operación 6, 7, 8 parte de una constatación –intuitiva o preclara, vaya uno a saber- cierta. Lo que haga con ella, el montaje  de un aparato en espejo, una contraofensiva de buena onda a base de Pimpinela y fotos de la familia, la niñez y la amistad, es otro cantar. Y es, por otra parte, lo que desata la “guerra de las ondas”. Pero la constatación es cierta: no alcanza con sentar intelectuales, periodistas o figuras variopintas a discutir las descripciones de estados de cosas, porque junto a ellas, o incluso organizándolas, hay en juego toda una tecnopolítica que tiene por objeto directamente los estados anímicos.
S.